Buscar información sobre los suicidios que han acontecido en España desde que se inició la crisis económica es un ejercicio desgarrador. Uno cree (o espera ingenuamente, autoengañándose) que va a encontrar cuatro casos esporádicos pero se da de bruces con una realidad devastadora. Una vida, dos ejemplos, diez casos, cientos de muertes. Un hombre de 52 años en Pego, una mujer quemada a lo bonzo en Almassora, un joven de Córdoba, otro de 19 años de Barcelona cuya familia iba a ser desahuciada€ Acechados todos por los bancos, por las llamadas continuadas a primera hora del día, por las amenazas de los especialistas en el acoso, por las acusaciones tantas veces infundadas. Unos por deudas contraídas cuando todo rodaba y los directores de las sucursales eran nuestros mejores amigos, otras reclamadas ilegítimamente al negarse estos bancos a renegociar las cláusulas para salvar los derechos humanos. Prefieren convertirse en la principal inmobiliaria del país. Pueden esperar y en el futuro llenar sus bolsillos con la especulación.

En España, en 2012, el suicidio se convirtió en la primera causa de muerte entre los varones de entre 25 y 34 años. Más de 2.500 griegos se habían suicidado hasta 2013 por su situación tras el estallido de la crisis. Los datos no serán mucho más halagüeños en la actualidad. ¿Quiénes son los responsables? ¿Sólo los bancos? ¿Los políticos que se han negado, por ejemplo, a negociar la dación en pago? ¿El sistema capitalista que lleva en su esencia la competencia y el amasamiento? ¿Los suicidios vinculados a la crisis, son suicidios sin más o muchas veces pueden ser calificados de asesinatos? El capitalismo (PP y PSOE, por ejemplo, no se engañen) prioriza la salida económica por delante de la defensa de los derechos humanos. Están claras sus precedencias. Lo pueden certificar los dependientes. Conocido fue el caso de Jomian Leonel, el niño de 13 años de Cuenca que murió mientras Cospedal (las políticas impuestas por ella en la administración que gobierna mientras ostenta otros muchos cargos) le negaba las ayudas económicas para que recibiese un trato médico digno. La continuidad del sistema capitalista se sitúa por encima de sus vidas.

El sistema, así, se nutre de la sangre y la muerte humana. El sistema alienta, además, para que cuatro indocumentados que ocupan la penúltima posición luchen contra los que ocupan la última porque los consideran una amenaza. Miren si no el caso del reparto racista de alimentos en Valencia. Los penúltimos contra los últimos mientras los primeros siguen encendiéndose puros con dólares. Hay necesidad de tener voluntad política, pero el foco equivocado destruye su validez humanitaria. Muertes, suicidios, vidas frustradas y realidades destrozadas. La presidenta de León asesinada ha acaparado noticiarios pero pocos hablan de los ciudadanos obligados a la muerte. El capitalismo crea la conciencia mientras otros hacen la política. Mientras tanto, llegan unas nuevas elecciones. Los que con sus políticas atacan diariamente la Declaración de Derechos Humanos están fuera de la ley y la justicia debe perseguirlos.