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España nos roba, a nosotros

El PPCV se encontraría más cómodo con otros discursos más fumígenos como la prohibición de los «bous al carrer» „en las ofensas a la tradición y las esencias se viene arriba„. Sin embargo ha de lidiar con otros morlacos menos destellantes y fuera de su zona de confort: por ejemplo, que a los valencianos no se nos trate como ciudadanos de segunda. Nos vamos de vacaciones con la sospecha de que quien cree ser el inocente de la partida. «Si a la media hora de póquer aún no sabes quién es el pardillo, levántate porque el pardillo eres tú». Edward Norton en Rounders ofrecía alguna pista. Resulta que, en grosso modo, somos la única comunidad «pobre» de España que financia a las ricas y no lo sabíamos. De hecho, si se distribuyera con criterios de población la sobrefinanciación de Navarra y el País Vasco entre las pedigüeñas, no habría caso.

Balanza fiscal. La publicación de la balanza fiscal por parte del Gobierno ha dado réditos estratégicos al ejecutivo pero genera daños colaterales que percuten en la línea de flotación de su coherencia. El galimatías „cocinado para enfatizar las falsedades argumentales del soberanismo de Artur Mas„ avala de rondón la traición financiera hacia la Comunitat Valenciana. Del informe se deduce que nos aproximamos peligrosamente a que la fotografía principal de esta página transite de la mera anécdota a la categoría. Se trata de la mejor postal de esta Valencia de postguerra en pleno siglo XXI. El caballo Urtain de Monforte del Cid que, hipomóvil incluido, recoge ahora la basura de este municipio del Medio Vinalopó para que el consistorio ahorre en combustible. La imagen parece extraída de un capítulo de Revolution, una fábula futurista de la NBC sobre un apagón total en Norteamérica que devuelve al país a los tiempos del western.

España nos roba. El lema del independentismo catalán está pues en bocas equivocadas. A quien realmente roba España, con perdón, es a los valencianos. El Regne lleva tanto tiempo ofrendando nuevas glorias que, realmente, se olvidó de sobrevivir. Y lo peor es que el triste récord de ser la comunidad más maltratada del Estado tiene visos de permanecer vigente. Mariano Rajoy gestiona el tiempo como un chamán y cree disponer de indicios sólidos para sostener sus postulados. La vida le ha enseñado que hay enfermedades que sanan con el tiempo o problemas que la mueren por agotamiento o porque, simplemente caducan por la propia perversión del sistema informativo. Las historias fenecen cuando marchitan y son superadas de forma sedimentaria. Nadie recuerda ya que hace un mes se cuestionaba la legitimidad de la monarquía y se daba alas al advenimiento de la tercera república. Hoy Felipe VI se maneja como un estadista y se apagan las dudas sobre la solvencia del régimen. Rajoy, que tiene urticaria a los medios pero conoce la debilidad del periodismo y sus rutinas productivas, se aferra al dontancredismo.

Insumisión. Pero el problema valenciano no caducará. El mismo conflicto engullirá carreras políticas como la de Alberto Fabra, a quien le animan a que siga los pasos de Mathieu. No para que emigre, no saliven, sino para que se haga insumiso. No obstante, a Fabra ya le ha superado el tsunami de la historia y sólo alcanza hoy a asumir la notaría del desamparo. Cuando pasado mañana coincida con Montoro en Génova volverá a pedirle cita, como un comercial a puerta fría. Ha trascendido que pretende exigirle los 1000 millones que le hacen falta a la Generalitat para cuadrar las cuentas de sanidad y educación este año, algo así como más del doble de la deuda del Valencia CF o el montante total de lo defraudado en Andalucía con los ERE, según la jueza Alaya.

Reivindicación. La sensación es que el eco de las reivindicaciones del Consell -junto a la patronal o al PSPV- se pierde en el guirigay informativo de este final de julio impregnado por terribles accidentes aéreos, atentados asquerosos y guerras seriadas. Bueno, y los fichajes del Madrid, eso que no falte. Nos consta que la patronal valenciana aún conserva la esperanza de que el Gobierno español se dé por aludido en el asunto. En cualquier caso, el lenguaje verbal y no verbal de los empresarios indican movimientos telúricos en el subsuelo del poder y un cambio en el habitual talante "muelle" del colectivo. Seguramente los cambios serán hijos de un tiempo futuro, un período gestionado desde otros intereses.

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