Todo comenzó con la pregunta que da título a este artículo. Se la formulé a Agustín, mi compañero de departamento, durante la primera comida que mantuvimos al inicio de este curso universitario, en un bar cercano a nuestra facultad. En su contexto original, se refería al hecho de que nuestras carreras se rijan cada vez más por publicar artículos en revistas especializadas, y por las citas que recibamos en ellas. En su mayoría, éstas son de acceso restringido, lo cual significa que un ciudadano normal tiene que pagar para consultarlas (unos 30 euros por artículo), o bien que uno ha de pertenecer a una institución como la Universitat de València, inscrita a algunas de estas revistas a través del pago de una cuota general.

En cualquier caso, la respuesta a mi pregunta fue que nuestro trabajo lo lee un público muy limitado. Esto ya es lamentable de por sí, y no por una cuestión de narcisismo. Agustín y yo trabajamos en el ámbito de la educación y quisiéramos que nuestros lectores fuesen la totalidad de la comunidad educativa, cuyos problemas tenemos en mente a la hora de estudiar. El asunto se vuelve más frustrante todavía cuando uno considera, como yo lo hago, que la democratización de la educación es una de las palancas fundamentales para cualquier proyecto progresista, entendido como aquél que busca lograr una mejora de las condiciones de vida de la gran mayoría de la población.

No soy sordo al hecho de que esta queja no corresponde únicamente al mundo universitario, sino que reproduce la de todos aquellos hombres y mujeres novelistas, poetas, músicos, etcétera, que a lo largo de la historia han querido contribuir a la herencia cultural de la humanidad, pero vieron que sus herederos acababan siendo apenas un puñado de colegas, aburridos de tratarse unos a otros. Ruego al lector que no se deje llevar por el sentido común mercantilista («si no leen tu trabajo es porque no lo merece, ¡espabila!») y considere este problema desde el punto de vista de la estructura de nuestra sociedad. De hecho, pues pasa lo mismo con la riqueza que con la cultura: hay riqueza para todos, el problema es que está mal distribuida. Y hay cultura para todos (y de calidad), y millones de personas que desean disfrutar de ella, el problema es que desde la política se sigue buscando que sólo puedan acceder a ella unos pocos. ¿Cómo? Mediante la proliferación de colegios y universidades privadas, mercantilización del conocimiento, nula inversión pública en cultura€

Y en medio de este horizonte, emerge Podemos. Lo hace desde el seno de la universidad pública (de la Complutense, la mayor en número de alumnos), de la mano de profesores conscientes de compartir el precario destino de sus ciudadanos, y comprometidos por ello a lograr un movimiento político que logre la redistribución de la riqueza y de la cultura. ¿Alguien cree que Podemos podría haber surgido de una universidad privada? Jamás. Nada en Podemos es advenedizo o fruto de casualidad.