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Emotiva despedida de osoro

La despedida al arzobispo Carlos Osoro fue emotiva, aunque agridulce. A quien más lo sintió fue al propio prelado, afectado en la celebración, especialmente en la homilía, la que pronunció por momentos con palabras que le costaba pronunciar. Le pudo el acto, fue una difícil carga de sobrellevar y al finalizar el océano de corazones presentes le acabó de inundar. El vicario general, Vicente Fontestad, hizo el capítulo de agradecimientos por las muchísimas cosas que ha hecho don Carlos por la Iglesia de Valencia y los valencianos y la ternura de la Diócesis y diocesanos fue recapitulada en un facsímil del Santo Cáliz que se le regaló, para que cuando celebrara con él se acordara de esta su Iglesia que ha regentado durante 5 años y cuatro meses, demasiado poco tiempo para esta Valencia sobrada de Obispos Príncipes fríos y distantes y falta de Obispos cercanos y humanos como él. La Catedral a tope, los espacios adyacentes llenos, la ceremonia perfecta magistralmente comandada por el canónigo Jaime Sancho, el Coro del Seminario insuperable y hasta la retransmisión televisiva del acto fue perfecta a cargo de Mediterráneo TV con un Julio Tormo comedido y afectuoso, respetuoso con las palabras y la música, no el desastre de retransmisión que fue la Misa de su llegada, donde se escuchó más los 4 que la locutaban que al nuevo prelado. Se le quiso dar la sorpresa del Santo Cáliz y Carlos Osoro devolvió el regalo, Roma ha aprobado en la liturgia de la Iglesia la Misa votiva del Santo Cáliz, demasiados años olvidado hasta se perdió su fiesta y procesión general por la ciudad con la sagrada reliquia que durante muchos años la tuvo y que cada 5 años con motivo de la venerada pieza haya un año santo en la Catedral. La homilía del prelado fue un testamento espiritual, lo que fue su vida pastoral en Valencia, salir a la calle, a las periferias, a los pobres de materialidad y espiritualidad, a atender a los que tienen hambre de pan y de Dios. Hermosa consigna, faro en la oscuridad del mar nocturno embravecido. Surca la nave de don Carlos al puerto seco de Madrid, un mundo completamente distinto, un reto difícil. Castellanos y valencianos son bien distintos, Madrid es tierra dura de roer y labrar, necesitará mucho el amparo de Ella, a la que visitó antes de iniciar su despedida oficial en la Catedral. Y de un buen báculo, nuevo, lo sabe, y por ello dejó en la nuestra el báculo que le ha sostenido este tiempo en esta tierra de la que, como bien ha dicho, le está costando Dios ayuda dejarla. Suerte, don Carlos, aunque ánimos sabemos no le van a faltar. Hasta siempre.

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