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El estado fantasma

Curiosa guerra, la que se libra frente al Estado Islámico. Recuerda a la de Vietnam en que el enemigo se mueve en una geografía que cambia, y se adapta como un virus mutante, lo que dificulta el trabajo de efectivos pensados para luchar contra un contrario cierto y en un sitio. Un Estado que está y no está, he ahí la paradoja semántica, ante la que un estratega clásico se queda boquiabierto. ¿Llegaremos a ver a Occidente y su portaaviones Israel aliados con Turquía, Irak, Irán y Arabia Saudí, para luchar contra el nuevo virus EI?, ¿se puede bombardear a los enemigos del sirio Al-Asad sin ayudar a éste? Como ha dicho el papa Francisco con su acostumbrada sencillez y eficacia en la expresión, se está fraguando una guerra mundial «por partes», pero el gran cambio es el de una guerra mundial sin partes fijas, y encima sin cara. Todo se mueve demasiado deprisa, ¡qué tiempos aquellos, antes de la última mutación, en los que el mal tenía al menos el rostro de Ben Laden!

Guerras. Se trate o no de una guerra mundial, tal vez la agresividad del Estado Islámico la haga necesaria, en legítima defensa. Ahora bien, donde se juegan de veras los valores de Occidente es en otras guerras no menos mortíferas, como la que se libra frente al azote del ébola en el continente africano. La ONU advierte del colapso de la sanidad en África, a consecuencia de la concentración en afrontar la epidemia de todos los recursos disponibles, lo que deja desguarnecidos otros frentes. ¡Qué gran ocasión sería ésta para que los países desarrollados, a través de una ofensiva sin precedentes, y sin medir esfuerzo económico, demostraran el valor para ellos de la vida, y que ese valor es el mismo en cualquier ser humano! ¡Qué gran cruzada sería ésta!

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