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Bajos instintos

El otro día, un taxista de Polinyà del Xúquer, un pueblo que vive, como mi pueblo, como tantos pueblos, arrimado a las riberas de nuestro río mayor, ese taxista, digo, me reconoció como el autor de un libro sobre el agua y sus conflictos. Corría el 2005 y el flujo de las hormigoneras era mucho mayor que el del río. También el de los créditos inmobiliarios, tan crecidos y desmadrados que anunciaban la pantanà que padecemos ahora. Los inspectores del Banco de España se lo advirtieron al gobernador del primer banco, Jaime Caruana, y a su sucesor Miguel Ángel Fernández-Ordóñez. Sin resultado. Presentar una sola objeción a la ola de cándido frescor y alelada autoestima que nos hacía mear colonia „«España va bien» (Aznar) o «Pronto superaremos a Francia» (Zapatero)„ era cosa de cenizos y aguafiestas: lo peor de lo peor.

«Mucha gente en Valencia y l´Horta no sabe que bebe agua del Xúquer», dice el taxista. Sí, el talento hidráulico que heredamos de los creadores de la huerta „los árabes„ nos hace vivir en cierto ensimismamiento: creemos que el flujo de agua no se parará nunca ni menguará, como aquel Nilo fabuloso que nacía en los montes de la Luna. La prédica en el desierto era el género de quienes decíamos cosas como que habría que someterse a la directiva europea del agua, que su precio tenía que aproximarse a su coste real, que no se podían prometer caudales inexistentes y que los trasvases no eran la mejor opción, necesariamente: en Mallorca hay un turismo floreciente y se sostiene con desaladoras.

Los gobiernos de la Generalitat (Valenciana) prefirieron la política de campanario para compactar huestes, el turbio montaje de Agua y Democracia (una pareja tan razonable como Albóndigas y Astrofísica), el zarandeo del tripartido y el ataque a Cataluña, para que se enteraran esos catalanes (aunque los maños eran aún más contrarios al trasvase del Ebro) y la renuncia a un pequeño trasvase factible „el de Xerta-Càlig„ que hubiera mejorado muchas cosas, empezando por la buena vecindad entre Valencia y Cataluña. Tampoco interesaba. Bajos instintos.

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