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Jesús Civera

Compromisos políticos

La editorial de uno de los últimos números de la revista L´Espill, fundada por Joan Fuster y que publica la Universitat de València, era disciplinaria y cristalina: daba por amortizado al PSOE («la hipotètica alternativa sistèmica, presonera dels seus pactes i errades estratègiques»), cargaba de forma peristáltica contra la gestión del PP en la Generalitat y recibía con dobles de campanas y músicas celestiales a los nuevos actores políticos. «Nous protagonistes socials i polítics, que aspiren a un canvi democràtic real, profund, i no de façana». Y subrayaba sus propósitos con animosidad: una «aspiració creixent que no podran aturar». Tal vez L´Espill esté en el secreto del cambio «real, profundo y no de fachada» que no «podrán detener». Si no estuviera L´Espill en el secreto, al menos recelaría de las aspiraciones de las fuerzas alternativas, puesto que los programas no se conocen y algunos aún andan discutiendo el modelo de partido. Sucede, en cambio, que en lugar de acogerse L´Espill al escepticismo de su fundador, o deleitarnos con un análisis riguroso de puertas abiertas, escoge el compromiso de la apuesta política. Se diría que el texto, en su epílogo, esculpe un sujeto político llamado a cambiar la historia valenciana desde un modelo objetivo y científico. No sé. Si la política es opinión y duda, la editorial de L´Espill carece de un destello de vacilación. Es como si el redactor hubiera inventado la penicilina. A la que «no podrán detener».

La misma tonalidad -sin duda azarosa- se observa en el debate del Seminari Crític Permanent de Ciències Socials dedicado a las «Estrategias y confluencias para ganar las instituciones: las elecciones de 2015». Ahí se invita a un debate público a Compromís, Podemos, IU y a Joan Romero. Al famoso tripartito „que demoniza el PP, porque va a transformar a todos los valencianos en homínidos o en avestruces„ le falta una pata: el PSPV. Los del Seminari lo han sustituido por Podemos. Y una de dos: o han envasado a Romero como cuota socialista, lo que constituye un estrangulamiento de sus conocimientos y funciones, o sus arrechuchos sobre el posible «cambio» descuentan a la clásica socialdemocracia, a la que han de dar por amortizada. En la Universitat de Morcillo sucede, al fin y al cabo, como en las tabernas. Ante unas elecciones, el personal tiende a orillar las neutralidades „y las distancias„ y escoge su opción de forma calurosa. Es lo más higiénico. Un buen placebo contra la hipocresía. Como dijo Dorothy Thompson: «Les concedían la portada y les condenaban en la editorial». Hay que evadir ese vicio.

Primarias. Por si faltaba alguien, Font de Mora también pide primarias. En el PP valenciano todo el mundo es partidario de las primarias, pero resulta que no hay manera de celebrar las primarias. Justo lo contrario sucede en Compromís. Ahí los que mandan no son partidarios de las primarias, pero hay que organizarlas por corrección política. En IU ya hay dos candidatos, Marga Sanz e Ignacio Blanco. Enhorabuena, no todo el mundo logra el duelo. Y el PSPV las consagra y las repudia al mismo tiempo (excepto Puig, que es un optimista histórico). Al final, los únicos admiradores de las primarias son los que no las han instaurado. Si las instauraran, abominarían de ellas.

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