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Por dónde se sale

No se nos había ocurrido que tuviéramos en alguna zona del cerebro esas «neuronas de posicionamiento» que sirven para saber dónde nos encontramos y adónde queremos ir. La cuestión resulta endiabladamente sutil. En efecto, tú te encuentras en esta esquina de la cocina, preparando un rape al horno o unas pochas con bacalao, pero tienes toda la cocina en la cabeza. Gracias a ello, puedes acercarte al armario donde guardas las especias y tomar el pimentón (en el caso de que sea necesario para el rape al horno o las pochas). Maticemos: no tienes toda la cocina en la cabeza; lo que tienes es una representación de la cocina. La diferencia entre una cosa y su representación es la misma que existe entre el territorio y el mapa o la carta del restaurante y la comida. «Esto no es una pipa», decía Magritte de un cuadro suyo en el que había dibujado una pipa. En efecto: era su representación.

Los ganadores del premio Nobel de Medicina de este año (John O´Keefe y el matrimonio May-Britt-Eduard Moser) son los descubridores de estas neuronas que se encuentran en el hipocampo. No sé lo que es el hipocampo más que de un modo aproximado, pero es lo que decía la noticia. El hallazgo tiene un lado literario y un lado práctico. El literario ya ha quedado más o menos apuntado al hablar de nuestra capacidad de representación. Para los seres humanos, casi todo es representación. Nos relacionamos con las cosas a través de las palabras que las designan gracias a la facultad de hablar, y con el espacio gracias a las neuronas recién descubiertas. Los periódicos se refieren a ellas como una suerte de GPS o navegador que nos indica qué calle tomar para llegar a nuestro destino. Nuestro destino suele ser nuestro domicilio, nuestro hogar, la casa, el sofá de delante de la chimenea o el televisor. Destinos pequeños, pero enormes desde el punto de vista de los sucesivos mapas que hemos ido construyendo desde la prehistoria. El lado práctico tiene que ver con la investigación sobre el alzhéimer. Ahora sabemos por qué nos conmueve tanto que el abuelo, cuando quiere salir de la cocina, se meta en el armario. No tiene ni idea de dónde está porque le fallan esas neuronas. ¡Qué importante, saber dónde nos hallamos y por dónde se sale!

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