Hay tradiciones que son tan tontas que no merece la pena suprimirlas, ni criticarlas ni modificarlas. Lo que procede es mantenerlas y ampliarlas. En este sentido, personalmente en persona, yo no estaría a favor de la propuesta del grupo Afrosocialista contra «los Baltasares pintados». Estaría a favor de que, en la Cabalgata, Baltasar fuera un blanco pintado de negro y que Melchor fuera un negro pintado de blanco, y que Gaspar fuera una Gaspara pintada o sin pintar, con falda o pantalón. Ya que estamos, que los pajes fueran pajas.

Alfonso Rus sigue con su telele. Promete que su tele no será política o que no tendrá contenidos políticos (en el primer caso nos da la carcajada y en el segundo la risa) y añade que su proyecto «es lo que quiere la gente» tras el cierre de Canal 9. Sinceramente, no. ¿Una tele privada preadjudicada y pagada con dinero público y con parrillas controladas por la diputación? No. La gente no quiere eso. Vamos, yo soy gente y no quiero éso, que es, sin disimulo, un instrumento ad hoc creado por el partido que nos gobierna desde la eternidad para seguir gobernándonos hasta el infinito. Sí, ya sé que la gente no es tonta, pero es que es

ponernos la tele y quedarnos dormidos en el sofá.

Aviso a la Junta electoral, al CNI, a la policía local y al Juzgado de Guardia que en las próximas elecciones pienso votar, de verdad pero fraudulentamente, cuatro veces: una a Compromís, otra a Esquerra Unida, otra a Guanyem València y otra a Podem, si se presentan (o aunque no se presenten). Incluso diría más: si de aquí a entonces, el médico me desprohibe los ansiolíticos y me levanta lo del alcohol, votaré una quinta vez al PSPV y beberé champañ en la copa peluda de Ximo Puig. A Rita no la votaré nunca jamás, aunque me gustaría tomarme unos qüisquis con ella cuando se le pase el cabreo. ¡Lástima que uno sea una perdida (o pérdida) y no un señor como Alfonso Grau! (Crónica anunciada de un delito a priori (falsamente a priori)).

Sinceramente de verdad, los de la banda de Alginet están más tontos con el uniforme que las niñas de los colegios subiéndose la cinturilla de las faldas plisadas hasta los sobacos tras el toque de queda escolar para quedar en ruinas de Colón. Una cosa les digo, sin embargo. La democracia no es éso: la inmensa mayoría no puede votar contra los derechos de la minoría. Las mujeres, dentro de la uniformidad de la banda, tienen derecho a ponerse falda o pantalón que, para más inri, o sea o sea, forman parte del vestuario de las chicas. La Junta de la banda podría dedicarse a tocar pasadobles y no a tocar las narices de les xiquetes que quieren tocar pasadobles. ¡Cuánta discusión por tonterías! Y ¡qué poco libertinaje!