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Se busca un líder

Ha sido 2014 un año seco en lo pluviométrico e igual de hirsuto en todo lo demás. Y lejos de mejorar, el presente parece sólo el preludio de más división y guerra fría. En ese sentido los valencianos están en una dinámica levógira mientras el mundo es dextrógiro. Si Obama y los Castro han sido capaces de generar consensos qué ridículo parece nuestro parlamentarismo abonado a la guerra de guerrillas. Los unos defendiendo Fort Apache antes de rendir la plaza y los otros utilizando burdamente la justicia para ganar ventaja electoral. Ha hecho sin embargo méritos la derecha al fracasar en su política de recursos humanos. Harían bien en reflexionar las razones profundas por las cuales, por ejemplo, un empresario-bomba estampa su coche contra la sede del PP. Poca broma con eso.

Líderes. Para administrar los nuevos tiempos andamos buscando líderes. Unos simulando una suerte de elección libre para generar una ilusión democrática y otros perseverando en los usos del sindicato vertical. Pero todos andan hoyando en los arcanos de la mente ciudadana. El algoritmo más deseado es aquel que concite un mayor número de voluntades a favor. Si alguna enseñanza podemos extraer de esta crisis es que los modelos de antaño han quedado superados por el hartazgo de la ciudadanía hacia la componenda y la falta de transparencia. Las nuevas tecnologías y la pulsión popular impiden la ocultación y requieren respuestas rápidas y creíbles. Pero el nuevo líder tendrá que ser valiente y empático, digital, atractivo y fiable, condición sólo digna de aquellos que saben alinear lo que son con lo que dicen que son. Se acabó lo de poner a un Rey Baltasar tiznado en la cabalgata. El líder deberá ser capaz de juntar orillas, aplicarse en la verdad, huir de los complejos y ser audaz. El Papa ha hecho claudicar a los extremismos propiciando puentes entre Cuba y los Estados Unidos. El mundo necesita jefes así.

Encuesta. Aquí nuestros liderazgos son subsónicos. El PP valenciano anda todavía con su encuesta a la caza de un cartel electoral. Ha dicho el portavoz popular Floriano que tendrán los resultados antes de Nochebuena. ¿Realmente fiarán su futuro a lo que diga un sondeo? Los augures demoscópicos reflejan corrientes de opinión, poco más. En eso suelen fallar como las previsiones económicas, que hacen venerable a la astrología, como decía Galbraith. Las encuestas están sobrevaloradas, como el amor. Se blindan con precauciones grialescas pero al final alguien nos filtrará la intrahistoria. Ardemos en deseos de conocer al Matteo Salvini valenciano que ha de enfrentarse a Mónica Oltra (que no es Matteo Renzi), verdadero elemento a batir. Imaginamos que uno de los valores que se buscará en el candidato es que sea un político que defienda "lo nostre".

Soberanismo. Alfonso Rus, tan hábil como un zahorí para explorar oportunidades políticas como fumígeno en otras iniciativas reivindica la centralidad valenciana, algo coherente con el soberanismo y que, dicho sea de paso, es lo que da sentido real a la autonomía. Rus parece buscar desde su ermitorio la metamorfosis de un partido jacobino para adecuarlo a la diversidad e implementar el derecho a decidir. Reclamar cierta soberanía producto de una evolución hacia la madurez de su organización parece lógico. Es nuevo. El problema es que desenfoca en el resto de su imaginario "nostrat". Hay algo de sainetesco, atávico por otro lado, a la hora de describir qué es "lo nostre". Si el programa electoral cabe en el himno regional, no se hable más. Fallas, bous, festes i costums. Reduccionismo costumbrista, nada nuevo bajo el sol.

Nuevos tiempos. Es difícil hallar el perfil de líder deseable en el catálogo vigente del PPCV. Debería concitar ese necesario carácter nostrat y el suficiente atractivo para modular la pulsión de cambio que incluso avala el jefazo de la Cocacola. Ha dicho Marcos de Quinto que lo de Podemos está bien para levantar conciencias y que la grosse koalition sólo daría para tapar vergüenzas. Y si lo dice el delegado en la tierra de la chispa de la vida, razón tendrá. Efectivamente es tiempo de liderazgos distintos, desacomplejados y atentos a todos los frentes. Sin caspa porque hasta la derechona de Le Pen sorprende al mundo con su número dos saliendo del armario. El PP valenciano, por necesidad más que por virtud, ha ido jubilando a la vieja guardia, pagando en ocasiones justos por pecadores. Léase Rambla. El centroderecha valenciano deberá encontrar a un hombre o una mujer que tras el tsunami o durante el mismo, sea capaz de activar la reconstrucción de un gran acuerdo para el centro político, una vez recauchutada la armonía parlamentaria y curadas las magulladuras sociales de tanto desbarre. Algún gesto se observa en el PSPV, que margina la línea molotov en sus formas parlamentarias acercándose a la chimenea. Se busca alguien que pilote los nuevos tiempos porque quien nos trajo hasta aquí no da para más. Aunque Fabra, en eso también, algo tiene de líder crepuscular. Como Alfonso Guerra, tampoco quería C9. Sic transit gloria mundi.

Construir ciudad

El futuro diseño urbano de Valencia conlleva debate y eso es sano. Pero el PGOU que ayer se aprobó en la comisión de Urbanismo es fiel al paradigma de la política valenciana en particular y española en general por su posible obsolescencia programada. A cinco meses de unos comicios parecería razonable que el Gobierno buscara el consenso con la oposición, algo imposible al parecer. Lo que desembocará, seguramente, en una modificación de su filosofía en caso de alternancia política en la casa consistorial. El sinsentido de tanta obra nueva en suelo urbanizable para un mercado restrictivo „hay quien ve la influencia de los propietarios del suelo, hoy los bancos, ayer los grandes promotores„, la falta de soluciones para el suelo consolidado „los solares„ y la perpetuación de la desconexión entre la ciudad y su área metropolitana son lastres tan importantes que merecerían un acuerdo mayor. El urbanismo, como la educación o la sanidad, engrosa la lista de ámbitos que cambian al albur del político de turno.

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