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No puedo respirar

Esa frase, no puedo respirar, se convirtió hace unos días en lema de pancarta, asumida por miles de norteamericanos que se echaron a la calle para protestar contra la evidente agresiva impunidad de la policía. Como supimos, en todos los casos la policía mató a varias personas, todas negras, y en diferentes estados, incluido el niño de Cleveland, Ohio, Tamir Rice, sin ni siquiera ser acusado ningún policía por su actuación. De alguna de ellas hay imágenes, pero la que te deja sin respiración es la brutal agresión de la policía, que acabó en muerte, a Eric Garner, un vendedor ilegal de cigarrillos que fue estrangulado por un agente a pesar de los gritos desesperados del hombre diciendo, ya en el suelo, no puedo respirar, no puedo respirar, y así hasta once veces, cuando en efecto dejó de respirar. Recuerdo que en su momento La 1 conectó en directo con la corresponsal en Nueva York, Almudena Ariza, que hizo un resumen de la actuación policial. Desde casa también recuerdo que ante la sucesión de casos, uno detrás de otro para completar el reportaje, me iba quedando pequeño, asombrado, furioso, sin respirar. La ola de protestas recorre estos días el país, donde blancos y negros se dan la mano para que el grito sea unánime y la rabia ciudadana conmueva a una justicia que cierra los ojos cuando el posible culpable es un policía blanco. No puedo respirar. Buena letra para otras situaciones, para otros focos. El otro día, sin ir más lejos, casi me quedo sin aire escuchando un enfrentamiento al límite entre el experto polemista Miguel Ángel Rodríguez, hooligan del Gobierno y sus fechorías, y la experta en tocar pelotas, además de religiosa con un ojo bizco de tanto mirar a la izquierda, Lucía Caram, de cuyo duelo en Un tiempo nuevo de Telecinco pasó un resumen Jesús Cintora en su programa de Cuatro.

La tetona. Dos cositas. Una. Un tiempo nuevo ya se ha quitado la careta. Lleva un par de semanas «telecinqueando». Como vieron que La Sexta Noche se los comía por patas jugaron la carta de engatusar al más buscado, y dieron con él, y el pequeño Nicolás, el repelente Francisco Nicolás Gómez, trasunto repugnante de este tiempo de pícara podredumbre, ya come de la mano de Mediaset, es decir, se ha puesto al servicio del circo. Hay formas de pagar a pájaros de su calaña sin que a su cuenta llegue un solo euro. La exclusividad de la mierda en televisión se paga hoy con extremo cuidado, que Telecinco no quiere otro «caso La noria», cuando la productora pagó a la madre de un delincuente para que hablara en el plató sobre la muerte de Marta del Castillo. Semejante abyección causó tal escándalo que las redes sociales primero y luego millones de espectadores pidieron a los anunciantes que retiraran su publicidad de aquel estercolero. Fue tal la desbandada que La noria tuvo que cerrar. A la mierda. Por un tiempo, el aire de Telecinco era menos tóxico. Paolo Vasile, que mira por sus accionistas por encima de todas las cosas, no quiere volver a las andadas. Así que si hay que pagar a cuatreros, que se busquen las artimañas, pero que ni dios se entere, y mucho menos se pueda probar. ¿Alguien con el cuajo de este mico que ocupa horas y horas de televisión va a estar atado a Mediaset en exclusiva por amor de estado? Total, que Un tiempo nuevo vio a dios con la presencia del caradura. Hoy, queriendo hacer de su presencia una presencia imprescindible, el programa es cada semana más infumable, más circo, más Telecinco, más aburrido teatralizando hasta la parodia el antagonismo ideológico, y entro en la segunda cosita, con la monja y el ex vocero de Aznar. La semana pasada, con la visita de una señorita de toscas maneras, gestos vulgares, y corta de ideas pero no de tetas, conocida en el mundo de la farándula televisiva como La Pechotes, el programa empezó a derrapar. Hasta en audiencia. ¿Qué será lo próximo para remontar otra vez?

Nivel «tronista». Yo me ando con melindres, que diría mi admirada María Bouzas, la malísima doña Francisca de El secreto de Puente Viejo, la excelente serie diaria en las sobremesas de Antena 3, para hablar de pagos al machote farsante que sólo habla con Telecinco, pero el gran Paco Marhuenda tiró la casa por la ventana en Al rojo vivo y aseguró que una productora „Un tiempo nuevo es de Mandarina„ le lleva soplados al Nicolás ese 200.000 euros. Te cagas. ¿Me comprenden cuando digo que no se puede respirar? ¿200.000 cucos para este cuco del que a diario sacan falsedades a cascoporro pero en Telecinco, rebañando la caca hasta el vómito, miran para otro lado por si hacen unas décimas de audiencia? Claro que estamos hablando de la tele, de su lucha encarnizada por las mercancías que salen de la factoría y, como morcillas o tocinos, se exponen en la tele de casa tratando de engatusar al codiciado consumidor. En política, siento traer de nuevo aquí „mentar su nombre es hacer irrespirable el aire„, a Mariloli Cospedal. Esta mujer es La Pechotes del PP, capaz de todo con tal de meter bulla, de dar un cogotazo al votante con tal de noquearlo con su cínico atrevimiento, con su verbo provocador. Para la Madama de Castilla la sociedad es tan corrupta como los partidos políticos. Es decir, de qué vas, sociedad, de qué vas, ciudadano cabreado, a qué vienen tantos aspavientos con la corrupción del PP si tú, como sociedad, eres tan corrupto como los políticos. El Teorema de Pitágoras no es tanto que en todo triángulo rectángulo, decía el matemático Aitor Menta en Órbita Laika, el cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma de los cuadrados de los catetos como que la suma de dos catetos siempre da como resultado un «tronista». Si ese resultado es agobiante y viciado, imagínense cómo sería sumar a La Pechotes con Cospedal. Sólo podría ser superado si esos factores los juntamos con un futbolista de cultura nivel «asesor del amor» tipo Amador Mohedano. Ehh, bueno, sí, ¿no?, claro, sí, la verdad, bueno, no. Ay, coño, que me ahogo, que me falta el aire.

El lunes, premio

Ya sé lo que veremos el lunes. Sin haberlo visto lo sé, como usted. A la hora que sea, es decir, lo mismo a primera que a media mañana, las televisiones nos sacarán imágenes de gente nerviosa, llorosa, fuera de sí, enarbolando un número de la lotería que habrá sido premiado con un chorro de miles de euros. Ojalá, aunque usted no lo celebre ante las cámaras con su vasito de plástico brindando con cava barato, tenga algo que celebrar.

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