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Jesús Civera

Todo son pulgas

Decía Chejov que la tarea del escritor no era la de resolver problemas, sino la de presentar adecuadamente el problema. Dados los enormes interrogantes que se advierten en el escrito de Torres sobre las irregularidades de la Fórmula 1 se diría que le ha sido imposible al fiscal cumplir el objetivo ineludible que promovía el dramaturgo ruso. Inalcanzable la resolución del enigma, inverosímil la manera de presentarlo. El esquema de supuestos del fiscal -que parece estar al margen de todo lo publicado por la prensa durante estos años- comienza deduciendo que la Fórmula 1 tomó tierra en Valencia por la amistad previa de Camps con Aspar: el inmenso entramado se levantó para favorecer a un amigo en lugar de para beneficiar causas colectivas. Ya es suponer que un proyecto de esa envergadura posea su génesis en una relación hormonal o sentimental. Desde luego, la tesis sería desaprobada por cualquier alumno residual de la escuela dialéctica de los Annales, si es que alguno queda. Puestos a definirlo, se diría que es un atajo premarxista, o un poco freudiano. Mucha deducción, en todo caso, como conjeturaba ayer gran parte de la clase política.

El andamiaje del fiscal se sitúa en la hipótesis de que Lola John

son, mujer perserva donde las haya, engañó a sabiendas a todo el Consell con sus artes maléficas, de modo que Fabra y los demás 'firmaron' la compra de Valmor como corderitos ante el matadero, sin ser conscientes de las irregularidades que anidaban en la adquisición de la empresa, expuestas hoy en todo su esplendor. Dado que los animales irracionales carecen de moral y desconocen que algún día les llegará la muerte, la conclusión resulta locuaz: el Consell aprobó la compra de Valmor «engañado»

-en un extravío del acto pensante- po lo que puede evadirse de las posibles consecuencias legales. Qué te parece. Agua bendita. Es el mismo proceso que les sucede a los espectadores ante una obra de teatro. En la oscuridad de la sala se desprenden del juicio crítico y en lugar de ver a la actriz Rosana Pastor como vecina de su pueblo o de su edificio de apartamentos la contemplan transfigurada en Electra, la figura de su representación. El fiscal ha de pensar que Fabra y los demás habían olvidado su juicio crítico en la mesita de noche y por eso autorizaron la compra de la firma quebrada confundidos o desorientados. Habrá que admitir que para mantener el andamiaje argumental del fiscal se precisa mucha fe. Durante meses y meses los actores del Consell se han pronunciado públicamente acerca de la adquisión de Valmor y sobre la asunción irremediable de su agujero dinerario. La última frase de Moragues reprodujo la encrucijada a la perfección: «o era susto o era muerte», dijo.

El fiscal, no obstante, exime a los "firmantes" y responsabiliza a la anterior etapa: Camps, Johnson y Aspar. Ni siquiera así encauza o compatibiliza la tarea encargada por Chejov: la de presentar adecuadamente el problema. Si los accionistas de Valmor, como detalla, se trasladaron a Londres a firmar con Ecclestone la operación de la Fórmula 1, y si entre esos accionistas se hallaban Fernando Roig, Olivas o Cotino, ¿por qué sólo se imputa a Aspar y no a sus compañeros de viaje y de inversión? Ese apartado es tan enigmático como abrupto: la querella del fiscal desconcierta más por las figuras que «desestima» que por los personajes que inscribe en su guión «inculpatorio». Porque si documenta con rotundidad el itinerario de inconsistencias legales que inseminó la Formula 1 y cubrió su posterior desarrollo, es obvia su obstinación en orillar la expiración del monstruito: las transgresiones legales se volatilizan cuando emerge el actual Consell, como si el presidente de la Generalitat no hubiera «presidido», como hizo, un gran premio, junto al «malo» de Ecclestone, y como si no hubiera adquirido la compañía quebrada. No sé. Es como si siempre lo pagara poca ropa. En este caso, Aspar, Camps y Johnson.

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