A pocos días de cerrar el Año Internacional de la Agricultura Familiar, el gobierno de la ciudad de Valencia sigue sin enterarse de nada. Sin enterarse de que 2014 ha sido un año en el que se ha puesto el foco sobre un modelo de agricultura que está muy arraigado en el pueblo valenciano (y al mismo tiempo tan maltratado por el Partido Popular). No quieren enterrarse de lo que muchas organizaciones de la sociedad civil, los movimientos campesinos y la propia organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), han destacado como un sector clave para la erradicación de las desigualdades, la malnutrición y el hambre.

Por si 23 años de gobierno no hubieran sido suficientes para darse cuenta, todavía tenemos que sufrir sus discursos alabando sus políticas de grandes eventos y de substitución de la huerta por asfalto y ladrillo. Un modelo que nos ha llevado a ser la tercera ciudad más endeudada de España (por detrás de Madrid y Barcelona), tener un 25% de desempleo y situarnos a la cabeza de los indicadores de desigualdad y pobreza que anualmente Cáritas y la Fundación FOESA ponen de relieve en sus informes sobre exclusión y desarrollo social.

Un modelo de desarrollo de ciudad que se ha realizado a golpe de especuladores, grúas y máquinas de asfaltar, que han destruido barrios emblemáticos de la ciudad de Valencia por su huerta, como son La Torre, La Punta, Campanar, Benimaclet, Benicalap€ y nos han llevado a perder el reconocimiento de una identidad vinculada a nuestras raíces huertanas, hacia una identidad basada en las corruptelas, la especulación, y la política realizada de espaldas a los intereses de la ciudadanía.

Por si fuera poco, este ayuntamiento que gobierna de espaldas a las demandas sociales, nos depara un pequeño (gran) regalo de Navidad, aprobando una revisión del Plan General de Ordenación Urbana (PGOU), para la construcción de 17.000 nuevas viviendas, cuando en estos momentos hay más de 65.000 viviendas vacías en la ciudad de Valencia. Esta revisión, supondrá una nueva agresión a la huerta valenciana, reclasificándose 4.150.000 metros cuadrados de huerta, mientras que existen multitud de solares abandonados en casi todos los barrios de la ciudad, especialmente en el centro histórico.

Por suerte, los que creemos en la recuperación de nuestra identidad y proponemos un modelo de desarrollo de la ciudad basado en el bien común, sí que apostamos por la huerta. Apostamos por la Soberanía Alimentaria y por el derecho de los habitantes de la ciudad de Valencia, a disfrutar de esa riqueza paisajística, cultural, social, saludable y medioambiental que nos proporciona nuestra huerta.

Pero para apostar por este modelo, es necesario que pongamos en marcha políticas públicas que pongan en su punto de mira a los ciudadanos, que promueva un modelo de bienestar basado en la sostenibilidad económica y ambiental. Lo que supone hacer todo lo contrario de lo que se ha realizado durante estos 23 años en la ciudad.

La agricultura local y familiar, es capaz de proveer a sus entornos de alimentos frescos de calidad y saludables, y de garantizar un precio justo para los productores y los consumidores, a través de la proximidad entre ambos. Los mercados de proximidad, desarrollan la economía local y consiguen que el gasto derivado de nuestro consumo, se reinvierta en puestos de trabajo y en la mejora de los espacios agrícolas mediante la exigencia de un número creciente de consumidores responsables, que aumentan año a año y que demandan cada vez más productos producidos localmente, ecológicos, de calidad y a buen precio.

Por desgracia, no existen políticas que faciliten este acercamiento mutuamente beneficioso entre productores y consumidores.

Desde Claro que Podemos, apostamos por mantener e impulsar la agricultura como única opción de garantizar un paisaje tradicional e identitario de los valencianos y valencianas, impulsando reformas normativas concretas que promuevan: la protección efectiva de la huerta, la venta directa, los mercados de proximidad, los grupos de consumo, la reconversión a una agricultura ecológica y diversificada, y la puesta en marcha de sistemas de venta pública de productos locales para comedores locales sostenibles.