La predicción meteorológica es un servicio básico para un país. De la evolución diaria del tiempo atmosférico dependen muchas actividades económicas y llega a depender la propia vida humana. Estos días de frío, las alertas meteorológicas resultan fundamentales para impedir colapsos en las carreteras si se producen nevadas copiosas; y son vitales para activar los planes municipales de atención a las personas necesitadas a fin de evitar muertes por frío en las calles. Son solo dos ejemplos de la importancia de los servicios meteorológicos en la sociedad actual. Y qué decir de la transcendencia de los pronósticos meteorológicos para la navegación aérea que cada día mueve a miles de personas en todo el mundo y también en nuestro país. Cuanta más inversión se dedique a la investigación del tiempo y el clima, a la promoción de los servicios meteorológicos, al mantenimiento de los sistemas de alertas tempranas para el aviso a las poblaciones, más segura estará una sociedad ante posibles eventos extremos que a veces ocasionan daños irreparables. Por eso, entristece leer estos días noticias sobre la falta de personal en nuestro servicio meteorológico estatal que pone en riesgo la regularidad de algunas actividades cotidianas que lleva a cabo esta agencia y que obliga a prolongar turnos laborales por encima de lo racional. Si, como nos dicen, esta crisis está acabando, es el momento de recuperar la dignidad en los servicios públicos y dotar plantillas. El funcionario público no es ningún parásito. Es un empleado que sirve con dignidad y oficio a la sociedad en asuntos de interés ciudadano. La información meteorológica es uno de estos asuntos. Pero es algo más. Es un servicio estratégico para el funcionamiento de un país.

jorge.olcina@ua.es