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Vicente

El lío del GPS

Definitivamente, yo jamás podré ser presidenta del Gobierno. No es que me pierda en Estados Unidos, no; es que, si me despisto, me pierdo a quinientos metros de mi casa. El otro día me vi dando vueltas por una rotonda por la que paso cuatro veces al día incapaz de situarme para tomar el desvío a casa porque había algo de niebla.

Por no contar que soy de las que tiene que colocar el mapa exactamente en sentido de marcha y le doy más vueltas que un molinete y que cuando el GPS me dice aquello de «siga a la izquierda y luego a doscientos metros gire a la derecha», me dan ganas de echarme a llorar.

Por eso creo que ya hay que tener mala leche para afearle al líder del PSOE, Pedro Sánchez, que se confundiera de universidad en América, con lo grande que es aquello. Supongo que lo habrán oído: el rector de la Universidad George Manson, Ángel Cabrera, español, por cierto, soltó en las redes sociales: «Espero que Sánchez pueda dirigir mejor un país que un GPS» cuando la semana pasada la caravana de la delegación socialista que ha estado unos días en Washington salió hacia esta universidad para participar en un acto con estudiantes y el conductor confundió la calle donde está el campus con una localidad del mismo nombre donde hay otra universidad y acabó llevando a la delegación patria donde Cristo perdió la sandalia.

Como, hasta donde yo sé, el que conducía no era Pedro Sánchez, lo de la gracieta del rector cuestionando su capacidad de liderazgo por el lío de direcciones me lleva a pensar que, o el tal Cabrera está preparándose para ir al Club de la Comedia o no simpatiza mucho con el líder socialista.

De hecho, ya se están realizando por ahí sesudos análisis cuestionando la capacidad de Sánchez para marcar claramente los criterios en el GPS de su partido aprovechando lo de las vueltas que la criatura y su séquito debieron dar para al final no llegar a ningún sitio.

Por eso decía antes que yo no podría ser presidenta del Gobierno. No es ya que no sepa leer un mapa, es que por lo menos hay que tener claro adónde quiere uno ir y, no sé Pedro Sánchez, pero yo hay mañanas que ni con una brújula.

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