Andan los estrategas y voceros de nuestra izquierda más institucionalizada llorando por las esquinas. Afirman a quien quiera escucharles que en el fondo el diagnóstico que hace Podemos de la situación que vivimos no difiere en demasía a la que ellos vienen denunciando desde hace años. En efecto, puede ser. El mensaje que las huestes podemitas proclaman a los cuatro vientos está, por ahora, vacío de contenido; y según avanza hacia la concreción, más vacío. Ocurre, sin embargo, que cuenta con un poderoso acelerante que los demás han perdido: la credibilidad. Fundamentada en la ilusión más que en la razón, bien es cierto. Y por eso mismo corre también más peligro de desaparecer antes de tiempo si no hay respuesta a las dudas y sombras que empiezan a crecer.
