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El monedero de Iglesias

Y en eso llegó Pablo Manuel Iglesias Turrión (a ) Pablo Iglesias, profesor interino en la Universidad Complutense de Madrid. La crónica de su retórico y huero mitin fue diseccionada a la perfección por José Luis García Nieves en este periódico. Posteriormente fue rematada por Josep Torrent: «Y después, todos los asistentes se fueron a comer paella».

No dijo nada que no supiéramos todos (y todas). Ni sugirió solución alguna. Es un demagogo. Un político-empresario con facha de rockero no necesita programa porque no lo contratarían en el FIB de Benicàssim. Sus ojos son tan azules como los de Jared Leto, líder del grupo de rock alternativo 30 Seconds to Mars. De la Tierra a Marte: el verdadero programa de Iglesias y su avinagrado clan leninista.

La niña de Rajoy fue una metáfora, un símbolo cursi, pero la de Iglesias Turrión, de 9 años, era real „nació en Riba-roja„ y le entregó su espontánea carta a los Reyes Magos, confundiéndolo no con Melchor, sino con Jesús de Nazaret. A quien también se le asemeja mucho es al actor Jeffrey Hunter/Mesías, ojos azules de bondad, en la película Rey de reyes (1961).

Escuchamos deficientemente (la megafonía) la epístola infantil, pero puede que fuera la del milagro de la multiplicación de los panes y los peces (Evangelio de san Juan 6, 1-15): «Al levantar Jesús los ojos y ver que venía hacia él mucha gente, dice a su fiel lugarteniente Monedero (rebautizado Billetero por sus presuntas irregularidades económicas y académicas): "¿Dónde vamos a comprar panes para que coman éstos?". Billetero le respondió: "Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco". (?) "Tomó entonces Turrión los panes y, después de dar gracias, los repartió entre los que estaban recostados y lo mismo los peces". Y aún sobraron doce canastos».

Entonces, un adolescente rockero de 17 años le tarareó una vieja melodía de José Guardiola: «Lalala, lalala, lalala. Di, Iglesias, ¿dónde está el buen Lenin?» A lo que respondió Turrión, con timbre rockero: «En el monte y en el mar. Y en la rosa de tu jardín».

Fue un mitin (estuve entre la muchedumbre, camuflado) dominado por la música. Al principio, los altavoces emitieron una canción de Patti Smith. Voz desmayada, de pajarito sin aliento: «People have the power» («El pueblo tiene el poder»). Nunca lo ha tenido ni lo tendrá. Repásese la historia de la Humanidad o véase la película Tierra de faraones (1955). Patti es la típica progre norteamericana de salón que vota a Bill Clinton o a Obama porque sueña que son de izquierdas. ¿Ha cerrado Obama Guantánamo? No, a pesar de su promesa electoral. ¿Ha conseguido implantar una educación y sanidad universal y gratuita como la de España? No. «Et sic de caeteris».

Turrión, Pablo „no está bautizado porque su padre es comunista de la estirpe estalinista: abundan„, es percibido (él lo sabe) como un cruce entre el nuevo Mesías, Lenin y una estrella del rock. Sólo le falta la guitarra eléctrica o motosierra, y un manager. Por esto hipnotiza a los jóvenes votantes aficionados al rock, lectores de comics y adictos al WhatsApp. Su modo de vestir y su coleta están muy estudiados porque vivimos y morimos en la civilización de la imagen. ¿Para qué analizar, pues, sus idílicas e irrealizables promesas? Le basta con sus ojos azul Mesías, su coleta y su descaro en las tertulias televisivas. Si le quitara la sujeción a su coleta, el cabello le caería en cascada sobre su rostro, llegaría a la altura de las axilas, y lo transformaría en el Jeffrey Hunter/Mesías de Rey de reyes.

Al final, cuando ya se venteaba el sofrito de las paellas de pollo y conejo de los domicilios próximos al pabellón de la Fonteta, sonó Al vent, canción que Joan Fuster calificó de «crit metafìsic» en su biografía (1964). Metafísica para un discurso ilusorio, pero no ingenuo. Y muy peligroso para la democracia. Ha habido muchísima corrupción, sí, pero en lo que a mi respecta no voy a salir huyendo del foso de los leones de la «casta» para caer en el de la «casta» de los cocodrilos de la Complutense.

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