El Defensor del Mayor en el Ayuntamiento de Valencia, José Pelegrí, es un hombre inquieto y servicial que se está ganando un gran reconocimiento social por su trabajo incansable en favor de los abuelos, de la gente de la tercera edad y también de la cuarta. Su experiencia adquirida después de años de escuchar los problemas de los mayores le ha llevado a proponer el otorgamiento del título de familias numerosas a las que la crisis económica y financiera ha reunido en torno a una pensión, de la que viven su titular, los hijos y los nietos. Uno escucha al ministro Montoro en la radio o en la televisión y se queda con la impresión de que habla de cosas que no son de este mundo desde el pedestal en el que vive, aunque lo intenta disimular con sonrisas y chascarrillos. Pero cuando se conversa con Pelegrí se percibe que habla con la calle, con el mercado, con la puerta del colegio. Y por eso él sabe que esas familias apelotonadas en la pequeña casa de los abuelos necesitan una ayuda en la que nadie ha reparado: el autobús más barato, apoyo para libros, esas pequeñas y medianas ventajas que la sociedad ha decidido otorgar a las familias numerosas. Primero será un anteproyecto de ley y luego, ojalá, una ley autonómica que debería convertirse en estatal y en europea.
La actividad económica crece, es verdad, y ya hay síntomas claros de recuperación, pero el empleo no despega, y pensiones de viudedad de 733,8 euros al mes, previstas para un titular «con cargas familiares» en 2015, están soportando de sobra ese peso en miles de hogares. Pero la Administración se mueve con lentitud y aún pasarán muchos meses hasta que la iniciativa de Pelegrí llegue a las Corts Valencianes, camino que tiene asegurado ya que cuenta con el aval de su mentora, la alcaldesa y diputada Rita Barberá. Seguro que habrá dificultades, y serias complicaciones económicas y legales, pero eso no es nada comparado con las filigranas que hay que hacer para llegar a fin de mes con la pensión de una viuda. ¿Verdad, señorías?
