Hace unos días, me llamó la atención una cita de Karl Marx, tema con el que inicio este año los artículos de opinión. La cita dice: «Para poder oprimir a una clase, es preciso asegurarle unas condiciones que le permitan, por lo menos, soportar su existencia de esclavitud». Cita que recoge Borja Vilaseca, en su libro Qué harías si no tuvieras miedo. El valor de reinventarse profesionalmente.

Estas palabras de Marx cobran hoy en día un gran valor. Somos esclavos de nuestra impotencia, de nuestra pasividad y de nuestros miedos. Como decía Lidia Falcón, en una entrevista que le hice meses atrás, «el miedo es una herencia del franquismo». Un miedo a perder, miedo a lo desconocido, miedo al repudio social, miedo a la soledad, miedo a tener miedo. Un miedo que nos hace impotentes y esclavos de nosotros mismos. Como dice Adela Cortina en su libro Ciudadanos del mundo. Hacia una teoría de la ciudadanía, «quien sea capaz de imponer su ley y de infundir temor habrá ganada la partida».

La situación económica y laboral que estamos viviendo en nuestro país y en la Comunitat Valenciana es de tal magnitud que no podemos estar callados a pesar del miedo. Por mucho que desde el gobierno lancen mensajes de mejora, la cruda realidad es otra. Cada vez más se incrementa la desigualdad, cada vez más se ven los contenedores de las basuras utilizados como nichos de supervivencia para muchas personas, en busca de algo que pueda ayudarles a sobrevivir en ese estado de esclavitud económica y social permanente. Cada vez hay más cajeros automáticos que se han convertido en auténticos espacios de cobijos urbanos temporales para los sin techo. Cada vez más la pobreza está presente en las calles de la ciudad.

Como señala Borja Vilaseca, en su libro El sinsentido común, desde el inicio de la crisis en septiembre de 2008 hasta marzo de 2011, más de 2,3 millones de asalariados se quedaron sin empleo en España, datos que contrastan con el estado de las cuentas financieras de grandes empresas del Ibex 35 (BBVA, Banco Santander, Endesa, Inditex, Repsol, etc.), las cuales en esas mismas fechas batieron un record histórico. En 2010 obtuvieron un beneficio conjunto de cerca de cincuenta mil millones de euros, un 24,5% más con respecto al año anterior. Mientras tanto la brecha social y las desigualdades se va incrementando. Una de las consecuencias de esta situación es el estado de depresión permanente, como declaraba recientemente la Organización Mundial de la Salud. Casi la mitad de los afectados por algún trastorno mental, como la depresión, son jóvenes con edades comprendidas entre los 10 y los 24 años. Parados, amas de casa y trabajadores autónomos forman el sector de la población más afectado por la ansiedad.

Se ha observado un aumento del consumo de tabaco y alcohol; así como un mayor desorden en la alimentación. ¿Para soportar mejor la esclavitud a la que estamos sometidos?

Los diferentes grupos de poder cuentan con la influencia y medios para hacernos creer que el actual estado de las cosas es el único posible. Es su estrategia para prolongar su existencia y asegurarse la sumisión ciudadana. Resistirse al cambio, decía Lev Tolstói, es ir en contra del fluir natural de la vida. Hay que romper esas cadenas que nos atrapa hacia la esclavitud.