No soy fallero ni experto en Fallas. Vaya eso por delante. Con ese punto de partida, sin embargo, quiero romper una lanza en favor de aquellos que, contracorriente, optan por arriesgar y experimentar en un mundo excepcionalmente conservador. Y esa apuesta tiene aún más valor si se ejecuta en la máxima categoría de la competición, como ha sido el caso de la Falla Nou Campanar por segundo año consecutivo, si bien en esta edición llevada, sin lugar a dudas, al extremo. Esa presencia en Especial otorga más repercusión que aquellas que desde categorías inferiores han apostado desde mucho antes por esa ruptura de la norma clasicista y que también merecen ese reconocimiento.
La propuesta no deja indiferente a nadie „no hay más que prestar atención a los comentarios de los espectadores y visitantes„ y precisamente es su mayor valor: abrir un debate sobre el futuro de los monumentos. Conformarse con lo que representa la tradición o abrir el punto de mira para evolucionar y ser capaces de atraer también a un público ahora refractario a lo que es y significa la fiesta.
