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Mientras leo

Un escritor estadounidense, de paso por España, me contó que en un taller de escritura creativa en el que antaño había participado falleció el profesor mientras uno de los alumnos leía su texto. Dice que el profesor, que se encontraba de pie, se puso de repente pálido y fue a tomar asiento detrás de la mesa desde donde observó a los discípulos durante unos segundos con expresión de extrañeza, como si no supiera qué rayos hacía allí. Quizá no lo sabía. Quizá nadie sabía lo que hacía allí. Ocurre con frecuencia en los talleres: que la gente se pregunta si aquello le va a ayudar a escribir o se trata de un modo de aliviar la espera del fracaso (lo único seguro es el fracaso). En cuanto al profesor, gran parte de sus energías se emplean en ocultar que no sabe nada de lo que está hablando. Platón no quería poetas en su República por eso, porque hablaban de cosas que ignoraban.

Pues bien, mientras el profesor perecía a la vista del público, el alumno que leía su trabajo seguía adelante como si no pasara nada. Era su momento de gloria y no estaba dispuesto a que se lo arruinase un infarto de mierda. Es más, al hacerse evidente que el maestro se encontraba en las últimas, el alumno aceleró su lectura, para que le diese tiempo a terminarla antes de que se produjera el óbito. El profesor y el texto alcanzaron su final a la vez, en un extraño caso de sincronización entre vida y literatura. A continuación, ocurrió lo normal en estos casos: primero llegaron las moscas, después los facultativos, luego la policía y por fin el juez encargado de levantar el cadáver. En cuanto a los estudiantes, se fueron a casa porque se les había hecho la hora de comer.

Al alumno cuya lectura había coincidido con el fallecimiento del maestro le persiguió durante años el sambenito de que sus textos resultaban mortales. Pero se trataba, curiosamente, de una opinión peyorativa, cuando, si fuera cierto que la causa de la muerte hubiera sido el texto, habría que publicarlo y repartirlo para su estudio en todos los talleres de escritura del universo mundo. ¿Se imaginan un relato capaz de matar como un disparo? Muchos escritores habrán fantaseado a lo largo de la historia con esta idea, pero ¿cuántos lo han logrado? No hay estadísticas sobre gente que ha muerto mientras leía a otro. ¿Por qué?

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