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Javier Cuervo

La alegría del dinero

Qué raro es el dinero que, aunque la recuperación es tenue y débil, sale a gastarse por ahí cuando lo que oímos todas las mañanas en la información de bolsa es que el dinero tiene miedo, que a la mínima hay pánico en la bolsa.

Cuando hablan de recuperación económica están contando la velocidad del dinero contante y sonante, que mana, fluye y no remansa ni embalsa ni desvía su curso a las islas de los paraísos fiscales. La recuperación es tenue y débil, según los estudios pero está subiendo el consumo. Qué raro es el dinero que, aunque la recuperación es tenue y débil, sale a gastarse por ahí cuando lo que oímos todas las mañanas en la información de bolsa es que el dinero tiene miedo, que a la mínima hay pánico en la bolsa o fugas de los bancos donde retiran la sombrilla fiscal.

¿En qué quedamos? Quedamos en que —por más que digan— el de la bolsa es dinero de ricos, dinero ocioso que sale a jugar y hacer el canalla, a engañar, a seducir y a emborracharse como los señoritos de antes, dinero que no duerme y que, aunque lo apoyan la policía, los jueces, los diputados, el ejército, la OTAN y los sacerdotes liberales licenciados en económicas que sermonean en los telediarios, tiene miedo. Ese dinero acojonado, ciclotímico y cínico que apuesta contra el trabajo, la democracia y el auxilio mutuo es conocido porque posa todos los días en la alfombra roja de la bolsa.

Se califica muy poco el comportamiento del dinero de los pobres y de las clases medias, que es juvenil en todas sus características: intrépido, confiado, va con prisa, es promiscuo, quiere conocer mundo, tener experiencias y no teme que acaben reflejándose en las arrugas del billete prematuramente envejecido. Es el dinero de cuando sueltas 20 euros de más en unas manos y, de repente, despegan y compran veinte euros de risa que corren por los estantes raros de la cesta de la compra, por la barra del bar, por la taquilla de cine, por la tienda de menudencias, por los puestos de flores del mercado, por los platos de gambas del chiringuito. A su paso, todos los comerciantes lo califican siempre de la misma manera: «Se nota más alegría en el gasto».

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