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Jesús Civera

La carga de los barones

Es justo reconocer que algunos barones del PPCV lo han tenido más fácil en esta legislatura que otros. Entre Rus, Císcar y Moliner existen niveles homogéneos pero también muchas cuestiones divergentes. Hay que decirlo de entrada: la gestión política más cómoda en el partido le ha correspondido a Rus. Un caramelo si lo comparamos con sus homólogos de Castelló y Alicante. Que Rus se ha trabajado las adhesiones, es indudable. Pero que el «príncipe» de Valencia partía también de un consenso más o menos generalizado es una obviedad infinita. Tuvo que extender su perspicacia „la de Rus„ cuando Castellano, desde la secretaría general, le envió alguna espada flamígera, más como advertencia que como voluntad clara de conquistar nuevos territorios. Castellano es un hombre de partido. Primero, el PP.

Después, todo lo demás, e incluyo en todo lo demás las diversiones, las aficiones o los respetos. Pero en este caso, Castellano movía ficha con Fabra, un presidente que provocaba una cierta desazón a la élite valenciana del partido. No formaba parte de la «colla» tradicional y además le buscaba, a esa élite, las contradicciones, pues se mimetizaba con el pasado. Rus, ahí, solo ha tenido que contemporizar; todo lo otro se le ha dado por añadidura. Se ha dedicado a obrar lealtades desde la Diputación.

Nada que ver con Javier Moliner y con José Císcar en su relación con el partido. Ambos barones han tenido que sudar sangre y derramar alguna lágrima para establecer los principios de Fabra „digámoslo así„ en sus respectivos territorios, también denominadas provincias si extendemos el mapa provincialista, motor de gran parte de las miserias colectivas valencianas. En Alicante, Císcar se ha topado con un partido enquistado, vetusto, con grandes inercias surgidas de los años remotos del zaplanismo „de antes del zaplanismo diría yo„ y con vicios inherentes a un caciquismo residual. Si esa estampa era el reflejo de Alicante, cuya renovación escalonada había que acometer aprovechando unos tiempos de crisis „las crisis sirven para las rehabilitaciones fundacionales y también para la mutación de los cuadros„, el paradigma de las antiguas aristocracias ligadas al control de un partido político se concretaba en Castelló. Dicen que la crisis ha propiciado la supremacía de la economía sobre la política (como si no hubiera sido así desde Grecia). Ahora bien, lo que sucedía en Castelló era diferente: los amos de la política eran los vestigios monumentales de un feudalismo abrumador. Unas ataduras legendarias que hacían casi imposible un cambio „reformista, por supuesto„ para modernizar las estructuras del PPCV. Se estará de acuerdo o no con el alcance y los grados de la renovación, pero los hechos son objetivos: Moliner ha limpiado el PPCV de cargas ancestrales y lo ha encaminado hacia las vías transformadoras, que son las del futuro. Y en muy pocos años. La herencia era diabólica. Basta advertir por donde andan sus antecesores. Él y Císcar, curiosamente, han alimentado la nueva pulsión del partido, aunque ya es más complicado que esos aires acompañen las listas. De lo que no estoy seguro es de si Fabra ha ayudado en esa higiene provincial.

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