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Creador y criatura

Creo que, en materia de cine, no hay nada como las experiencias de inmersión: oscuridad y pantalla grande. Volví al Lys para ver Blade Runner, uno tiene sus devociones. Se anunciaba como the final cut, o sea la destilación definitiva del director, libre de presiones. Esta variante, me parece, aprovecha mejor las atmósferas, los paisajes interiores y exteriores de su colosal diseño de producción. Pero uno no es interiorista y lo que hace grande la película, pese a sus defectos, es que ofrece una formidable reflexión sobre el ser contada en una historia arrebatadora.

Si alguna vez llegamos a fabricar androides tan perfectos como los de Blade Runner, no soñarán con lubricantes o bielas, sino que, tras una fase de aceptación, empezarán a hacerse preguntas y, luego, se despeñarán por los mismos abismos de deseo y muerte que nosotros, la criatura tiende a parecerse al creador, como el dueño de la casa al gato que la señorea. Si hace falta algún ejemplo nos pondremos a nosotros mismos: en general, cumplimos los mandatos de los dioses, con cierta diligencia, durante una larga temporada, pero luego nos pusimos en su lugar y estamos seguros de poder conducir el mundo con consecuencias no más catastróficas que las garantizadas por el demiurgo.

Es cuestión de tiempo que los seres „no se si procede llamarles así„ de la inteligencia artificial circulen por las sendas que les hemos marcado, es decir que hagan con nosotros lo que nosotros hicimos con nuestros dioses y (presuntos) creadores. La serie Terminator explota las resonancias más ominosas de esta posibilidad y una vez conocí a un ingeniero que anunciaba su decisión de ponerse, llegado el caso, del lado de las máquinas; no detecté ningún sentimentalismo, tal vez estaba enamorado de una mobylette. Al final, todo son preguntas, es reo que, en materia de cine, no hay nada como las experiencias de inmersión: oscuridad y pantalla grande. Volví al Lys para ver Blade Runner, uno tiene sus devociones. Se anunciaba como the final cut, o sea la destilación definitiva del director, libre de presiones. Esta variante, me parece, aprovecha mejor las atmósferas, los paisajes interiores y exteriores de su colosal diseño de producción. Pero uno no es interiorista y lo que hace grande la película, pese a sus defectos, es que ofrece una formidable reflexión sobre el ser contada en una historia arrebatadora.

Si alguna vez llegamos a fabricar androides tan perfectos como los de Blade Runner, no soñarán con lubricantes o bielas, sino que, tras una fase de aceptación, empezarán a hacerse preguntas y, luego, se despeñarán por los mismos abismos de deseo y muerte que nosotros, la criatura tiende a parecerse al creador, como el dueño de la casa al gato que la señorea. Si hace falta algún ejemplo nos pondremos a nosotros mismos: en general, cumplimos los mandatos de los dioses, con cierta diligencia, durante una larga temporada, pero luego nos pusimos en su lugar y estamos seguros de poder conducir el mundo con consecuencias no más catastróficas que las garantizadas por el demiurgo.

Es cuestión de tiempo que los seres „no se si procede llamarles así„ de la inteligencia artificial circulen por las sendas que les hemos marcado, es decir que hagan con nosotros lo que nosotros hicimos con nuestros dioses y (presuntos) creadores. La serie Terminator explota las resonancias más ominosas de esta posibilidad y una vez conocí a un ingeniero que anunciaba su decisión de ponerse, llegado el caso, del lado de las máquinas; no detecté ningún sentimentalismo, tal vez estaba enamorado de una mobylette. Al final, todo son preguntas, es decir filosofía (o Educación para la ciudadanía), cosas que parecen no tener mucha importancia en la cabeza del ministro Wert, pero es esa cabeza la irrelevante. Hasta la metafísica es más útil: a Ángel Gabilondo le ha servido para ser candidato socialista en Madrid DF. Y con posibilidades.

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