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La procesión del silencio, o no

La madrugada del viernes asistí a la procesión del Silencio, sin devoción pero con respeto. Es la representación del cortejo fúnebre por la muerte de Jesús. Una representación de la tristeza de la Iglesia ante Cristo muerto por el odio del ser humano. Al paso de la imagen, un tipo situado detrás de mí hablaba con una mujer sobre sus desventuras con su exesposa, que al parecer se había quedado con la casa donde convivía con otro hombre. Destilaba odio y sed de venganza. «Nos veremos en el juzgado, porque el tío ese se está sentando en el sofá que me costó 500 pavos, se la está tirando en el colchón que pagué yo y me tienen hasta los c...». Una representación como la procesión del Silencio, una buena película o un buen libro deben servir para mejorar. Y comprendí que una buena representación religiosa no puede prescindir del egoísmo, la soberbia y el desprecio para hacerla creíble. Ese tipo puso el toque dramático que faltaba.

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