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Finales que marcan

El final de una serie que he seguido durante tiempo siempre me deja una sensación de tristeza y vacío difícil de explicar. Lost y Breaking Bad son los finales más traumáticos que recuerdo. Porque realmente creo una rutina en torno a mi ficción del momento. Cena tempranera, sofá, móvil apagado y... ¡Acción! Durante los años que dura la serie vives con esos personajes, odias a algunos, te enamoras de otros. Y cuando todo llega a su fin... A veces hasta lloro. Qué quieren que les diga, las personas intensas hacemos estas cosas. Deseas una escena más, buscas en Internet un artículo que te cuente algo que no sabes, aquello que te perdiste...

Vale, todo debe tener un final, pero una no se acostumbra a decir adiós así como así. ¿Y los actores? ¿Cómo lo viven ellos? Trasteando en Internet doy con los artículos que hablan sobre el final de otra serie épica, Mad Men. Lágrimas en los ojos de los chicos del reparto tras haber compartido más de 92 horas de emisión. Finiquitar una gran serie y el que ha sido tu trabajo hasta el momento tiene que ser complicado de narices. Párense a pensar, de repente Jon Hamm nunca más será Don Drapper. Diez años piropeando a las tías y siendo uno de los jefes publicitarios más buenorros de todas las agencias habidas y por haber, y tras el esperado «corten» del director todo pasa a ser buena parte del éxito de Hollywood. Es para deprimirse.

Pero a Jon Hamm (y a otros tantos), les queda la satisfacción de haber dejado huella, cosa nada fácil entre los cientos de argumentos que se cuelan en nuestros salones a través del televisor. Provocar la risa y lograr el llanto convirtiéndonos a usted y a mi en parte de la ficción que es su vida. El final es mejor cuando la historia dejó huella que, al fin y al cabo, es de lo que se trata, ¿no?

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