Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Los analistas políticos, que son una legión bastante monocorde, habían visto paralelos tan concluyentes entre Grecia y España que en las semanas anteriores a las elecciones en el país heleno se entendieron éstas como una especie de partido de entrenamiento frente a lo que llegará este año en España. La pertenencia de los partidos en el gobierno a lo que se suele denominar derecha moderna, conservadores pero dentro de un orden, unía también a Atenas con Madrid. Pero el orden tal y como se entiende desde tiempos inmemoriales ha quedado del todo alterado por el auge, de nuevo en paralelo en Grecia y en España, de partidos digamos atípicos aunque apunten a lo que desde hace décadas se conoce como la izquierda radical.

Frente a la aparición de tales fenómenos de gran auge social y mediático, los partidos en el poder reaccionaron de la misma forma en los dos países del sur de Europa: atacando a los emergentes, sosteniendo que las propuestas de Syriza „en Grecia„ y Podemos „en España„ eran atajos hacia el caos, el desplome económico y el empobrecimiento. Andonis Samarás y Mariano Rajoy utilizaron al unísono los síntomas de mejora de la economía, por tímidos e insuficientes que parezcan, para sostener un mismo mensaje: dar la vuelta a la estrategia es lo peor que cabe hacer en situaciones así. Siguiendo la metáfora de Abraham Lincoln, mientras se cruza un río no se debe cambiar de caballo. Así que, en la labor de reforzar la cabalgadura existente, uno de los ministros griegos recurrió poco antes de las elecciones al grito de «patria, religión y familia». Incluso el propio presidente Samarás acusó a Syriza de querer volver a la guerra civil «porque sus abuelos la perdieron». Pues bien, sin hacer caso alguno ni al ministro, ni al presidente, ni al propio Lincoln, los griegos cambiaron de caballo quedándose a muy pocos escaños de cambiar incluso de río.

La cuestión principal ahora es en qué quedarán los paralelos en adelante, es decir, qué lectura hará el Partido Popular de la victoria indiscutible del equivalente de Podemos en Grecia. En el primer día de su convención nacional, una especie de calentamiento de cara a las elecciones, Rajoy volvió a exhibir a Aznar como globo sonda de lo que podría ser la recuperación de la línea dura y a éste, a Aznar, le faltó tiempo para invocar la españolidad y la mano dura como bandera. Según se desprende de la reacción de la cúpula popular a la riña pública de Aznar, no parece que crean que es ésa la estrategia ganadora. Pero el giro a la derecha de Samarás fue tan próximo a la votación que pocas conclusiones cabe sacar acerca de cómo pudo influir en los resultados. El Partido Popular tiene más tiempo para decidir si su espejo ha de ser Aznar o Rajoy, si el giro a la derecha será el antídoto ideal de Podemos o acaba dándole el espaldarazo definitivo. Con la duda por resolver de si los españoles, más que de caballo, lo que quieren es cambiar de espejo y cuanto antes.

Compartir el artículo

stats