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Alfons García03

El banco de España, en precampaña

El Banco de España no solo ha proclamado que la política de austeridad ha sido un ejercicio de patriotismo, sino que acaba de decirnos en su boletín de marzo que vamos fenomenal, mejor de lo esperado (el PIB ha crecido en el primer trimestre de 2015 un 0,8 %, más que en el último de 2014), pero que ese crecimiento tiene un riesgo: «La incertidumbre acerca de la agenda de reformas económicas para los próximos años». Esta circunstancia, avisa, puede «generar un descenso de confianza de los agentes». Eliminemos circunloquios: el banco de todos „sí, el mismo que defendía la solvencia de las podridas cajas de ahorro„ nos advierte, queridos votantes, de que la ansiada recuperación puede irse al traste si en las elecciones generales de fin de año se imponen quienes proponen desmontar el programa económico aplicado por el actual Gobierno e iniciado por el anterior con su reforma exprés de la Constitución en pos de la venerada (y patriótica) austeridad.

Por si quedan dudas sobre el origen de los temores, el organismo que dirige Luis María Linde incluye un análisis de los últimos acontecimientos entre la UE y Grecia tras la victoria de Syriza que concluye con el vaticinio de un «escenario de negociación complejo» con Tsipras y los suyos. O sea, que ahí tenemos un espejo en el que contemplar un hipotético futuro de España si los amigos de Syriza (Podemos) conquistan la llave de la gobernabilidad.

La sincronización de ideas entre el Banco de España y el Ministerio de Economía ha quedado todavía más clara después de escuchar proclamar al ministro De Guindos que el crecimiento del país está «bastante garantizado» y que los riesgos «vienen de la política».

Detrás de estas advertencias está, sobre todo, el mensaje del poder económico. Significa, por otra parte, que el miedo es real, que, pasada la primera convocatoria electoral del año, la amenaza de la fragmentación y de un Parlamento español atomizado e inestable existe. «Es la economía, estúpido». Es la frase (como en la campaña de Clinton contra Bush padre en 1992) que subliminalmente nos están lanzando a la cara. Que vale, que el rearme ideológico ha sido rejuvenecedor y necesario frente a un tiempo de inmoralidad y corrupción descarada, pero que elegantemente ahora ha llegado el momento de pensar si queremos poner en riesgo un modelo económico que vuelve a navegar con el viento a favor.

El problema es que el boyante panorama macroeconómico dibujado por el Banco de España choca, por ahora, con la realidad. ¿Cómo hablar, como hace, del «elevado dinamismo» del empleo en los últimos meses con la tasa de paro que se arrastra? Los resultados del PP en los comicios andaluces, pese a responder también a variables internas propias, dan a entender que la recuperación, de momento, o no ha llegado a la calle o no es bastante para que el votante confíe en quien rige los destinos del país desde 2011. ¿O será que no todo vale ya mientras la economía funcione? Qué pasará dentro de nueve meses es un misterio. Miedo, ilusión por una democracia distinta, castigo, desencanto por lo que parecía nuevo pero ya se parece a lo anterior? Son los ingredientes en una coctelera que nunca antes habíamos visto. Claro que nuestra experiencia ante las urnas tampoco es tanta.

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