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Neuronas

Rajoy da la impresión de moverse entre Génova y Moncloa a través de un túnel laberíntico que uniera ambas instituciones. Las idas y venidas son tan numerosas que a veces él mismo ignora desde dónde se dirige a los votantes. Cuando desaparece, es porque anda extraviado, como Minotauro hambriento de vírgenes, en los vericuetos de su mente. ¿Cuál fue, se preguntará una y mil veces, la mentira que colmó la paciencia de los ciudadanos? ¿O no fue una mentira, sino una evidencia? ¿La de su solidaridad con Bárcenas?, por poner un ejemplo.

A poco que Rajoy tenga humano, debe de regresar con frecuencia a la escena del crimen. Quizá recuerde aquel «yo no soy como usted, yo no hago lo que no llevo en mi programa», que espetó a Rubalcaba en un debate televisivo y que tanto recordaba a aquella otra mentira fundacional de su predecesor y maestro: «Créanme, hay armas de destrucción masiva». ¿Comenzó ahí el edificio de embustes que ha sido la marca de su acción política y que todavía hoy se obceca en continuar? ¿Cómo puede repetir, por ejemplo, sin que se le caiga la cara de vergüenza, que ha crecido el empleo, cuando lo que se ha disparado es el subempleo y todos los daños colaterales que le son inherentes: la precariedad, la desigualdad, la pobreza, la desesperación, el hambre?? ¿Acaso no conoce los informes de Cáritas, por citar una institución de cuya solvencia nadie duda?

Ahí sigue, en su laberinto, soltando en Génova mentiras que debilitan al Gobierno y, en Moncloa, medias verdades que dañan al partido. Dándole vueltas obsesivamente a si fueron los sobresueldos, si fue la reforma laboral o si la ley mordaza... Para remedio de males, ahora empieza a desandar lo andado. De súbito, va a haber cartilla sanitaria para todos y Sovaldi para los enfermos del hígado, además de rebajas de impuestos entre las que se incluye la del IVA cultural, a la que somos tan sensibles. Resulta improbable que una mentira del revés devenga en verdad. En todo caso, no le queda tiempo para desdecirse de todo lo que ha dicho, aunque corra de Génova a Moncloa y de Moncloa a Génova a la velocidad con la que una idea salta de una neurona a otra. Cuando hay neuronas, queremos decir.

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