La Junta Directiva Nacional del PP que se ha celebrado recientemente ha servido para muy poco, aunque la expectación generada era máxima, puesto que toda daba a entender que podría invocarse un mea culpa, aunque fuera al estilo gallego que emplea el presidente. A parte de los 25 segundos de enfervorecido aplauso que se llevó Rajoy de los suyos, que lógicamente silenció cualquier atisbo de crítica por alguno de los presentes, lo más que hemos podido constatar es que la célebre frase del poeta inglés Alexander Pope: «rectificar es de sabios», no puede aplicarse a la gestión de los populares.

Y digo bien que la sapiencia no está detrás del discurso o las rectificaciones que ha llevado a cabo recientemente el Ejecutivo, puesto que las mismas no surgen tras un proceso intelectual y de mejora, sino que son pura estrategia electoral y fruto exclusivamente de errores que muchos denunciamos en su momento. La retirada del tasazo judicial, la anunciada simplificación del procedimiento en materia de dependencia, la interrupción voluntaria del embarazo o la entrega nuevamente de la tarjeta sanitaria para todos los ciudadanos, son algunos de esos ejemplos donde el PP se equivocó. Sin embargo, y con su última muestra de fuerza, sólo hemos podido evidenciar su incapacidad para asumir los errores cometidos, que empiezan con Bárcenas y acaban en todos los recortes que estamos sufriendo.

Al PP no se le votó para que subiera o modificara más de 50 impuestos en escasos tres años de mandato, la mayor de la historia, y con un coste aproximado para los contribuyentes de 23.134 millones de euros. A Mariano Rajoy no le empujaron miles de valencianos a su mayoría absoluta para que mantuviera una infrafinanciación injusta para esta tierra, rechazando nuevamente el pasado 9 de abril la propuesta de mejora del sistema de financiación presentada por los socialistas valencianos en el Congreso. En definitiva, A este Gobierno no se le dio plenos poderes para meter la tijera indiscriminadamente y sin ningún criterio racional.

Embriagados por las macrocifras, y a pesar del descalabro en las elecciones andaluzas y el auge imparable de Ciudadanos „Ciudatans para Carlos Floriano „, parece que no han percibido la magnitud del descontento sobre la forma en la que se está saliendo de la crisis. No es cuestión de hacer bandera del discurso simplón y populista, con el que no coincido, pero mirando a nuestro alrededor encontramos razones y personas para confirmar ese descontento. Así, cuando uno padece ceguera política crónica, no pueden calificarse sus actos como de sabio.