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Vicente

Un cerebro hecho de cajas

Saben que el cerebro de los hombres está hecho de cajas y el de las mujeres de cables? Pues sí. Esta es la teoría que defiende el norteamericano Mark Gungor para explicar las insondables diferencias entre nuestros comportamientos y que pueden ver en youtube en una hilarante conferencia. Resulta que vosotros tenéis un montón de cajitas, una para cada cosa y que no se tocan entre sí. En ésta, la familia. En ésta, el trabajo. En ésta, el coche... Por contra, nosotras tenemos una gran bola de cables por cerebro donde todo se conecta con todo: los niños con el trabajo, el dinero con el coche, el sexo con la peluquería... todo alimentado por las emociones y en constante funcionamiento.

Según Gungor, el cerebro de las mujeres nunca puede pararse y por eso es imposible que entendamos a los hombres porque no sabemos de la existencia de una de sus cajas más misteriosas: La caja de la nada. Es una caja vacía, sin nada dentro, y es una de las preferidas de los hombres a la que recurren en cuanto tienen oportunidad. En base a la existencia de esta caja vacía, las mujeres podemos a partir de ahora entender esos comportamientos zombis que tenéis en ocasiones.

Por ejemplo, yo ya puedo comprender lo que hace mi pareja con el mando de la tele pasando de un canal a otro con la mirada perdida sin prestar atención a la programación. La conciencia de la existencia de esta caja, además, me permitirá no mosquearme con él cuando, después de darle 10 veces al botón del mando, le pregunte qué cuernos hace y la respuesta sea: «Nada». Y resulta que es verdad. Como cuando le preguntas: «¿En qué piensas?», y la respuesta es: «En nada». Hasta ahora nos parecía imposible. No se puede no pensar en nada. Pues por lo visto, ellos sí.

Como dice Mark Gungor: «Los hombres tienen la habilidad de pensar en absolutamente nada... y seguir respirando», algo totalmente inconcebible para las mujeres que sólo nos acercamos a ese estado vegetativo los sábados por la tarde delante del multicine de la tele. Otra cosa que al parecer debemos saber las mujeres es que los hombres usan esa caja de la nada para relajarse. «He tenido un mal día y no quiero hablar» te dice, y tú, ahí pesada insistiendo: «Cariño, cuéntame. ¿Qué ha pasado? ¿Qué te ha hecho ahora el jefe?» Para que te conteste con ese aborrecible: «Quiero estar solo».

La de disgustos que me habría ahorrado yo si hubiera sabido antes lo de la caja de la nada. Pero es que, claro, soy una de esas mujeres tipo de las que habla el norteamericano, que reviento si no hablo cuando tengo un problema y para la que «no me pasa nada» tiene un significado radicalmente distinto al de mi pareja. Es lo que hay.

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