He vuelto de un viaje que se me hizo corto. He podido comprobar o confirmar, una vez más, que hay gente que cuando viaja se lo lleva todo: al partir se lo lleva todo en esos móviles de última generación que son como un cordón umbilical que se estira y se estira sin romperse y te ata a lo que dejas. Al volver, ya de regreso, se lo lleva todo de los lugares donde estuvo, almacenado en toda suerte de cámaras fotográficas capaces de enlatar recuerdos, que no son copias de lo que fue sino originariamente recuerdos, y condicionar la mirada. La gente, alguna gente, se trae lo que vio y no miró y se lleva consigo cuanto dejó por unos días. Y eso, ¿está bien o está mal? ¡Yo qué sé o qué sé yo! Lo cierto es que todo el mundo en todo el mundo lleva una cámara prendida al ojo y un móvil en la oreja o en la mano. Habla, dispara, teclea. Una obsesión. Otra.

Puestos a jugar con las palabras, habría que pedirle a los dioses de la fortuna suerte en los resultados. Así, a alguien se le podría haber ocurrido lanzar el palabrerío del «nuevo reto de Rita»; asegurar que «Rita arreglará el roto»; esperar que «Rita fijará la ruta» o «voto a Rita porque me rota» o yo qué sé. Pero no: al bueno de Fabra, al que todo le sale mal por las circunstancias de las que es parte, se le ocurrió aquello de que «tenemos Rita para rato», y se le ocurrió justo en la ocasión de que el ex mejor en todo, digo de Rodrigo Rato, fuera detenido a causa de un montón de barbaridades cometidas o cometiéndose. Ahora ya nadie dirá en las próximas semanas que «tenemos Rita para rato». Yo qué sé. Palabras. Tonterías.

Hubo una serie de humor inglesa „Little Britain o algo así„ con la que te hartabas de reír. Había un tema que se repetía en algunos sketchs: trataba del «único» gay de un pueblo y de las disparatadas situaciones que surgían cuando el personaje no admitía otra homosexualidad más que la suya: él era el presidente del movimiento gay del pueblo, el convocante de todas las manifestaciones y protestas, el único portavoz y el único participante. Algo de esto me ha recordado la presentación de Acord Ciutadà y la afirmación hecha desde EU, miembro de la coalición, de ser «el único partido de izquierdas que se presenta a las elecciones». No tengo nada contra EU, sino todo lo contrario, y no me cabe la menor duda de que son un partido de izquierdas. No creo, lamentablemente, que sean los únicos. Y digo «lamentablemente» porque, en la «situación electoral vigente», la riqueza que aporta la diversidad de los partidos y coaliciones de izquierda se traduce en una dispersión del voto que puede resultar fatal para los intereses de la ciudad y del país. No hay más que recordar el pasado y analizar el presente para temblar con entusiasmo por el futuro.