Es evidente que los Bancos de Alimentos son cada vez más conocidos y su labor más apreciada. Pruebas de ello son el gran número de premios y distinciones que están recibiendo, las donaciones de empresas agroalimentarias que permiten que año tras año vayan aumentando los alimentos que se obtienen y reparten en beneficio de las personas necesitadas, y el aprecio de la ciudadanía que cada año, en toda España, se vuelca en la Gran Colecta de finales de noviembre, y que en 2014, con cerca de 100.000 voluntarios permitió recoger unos 20.000 toneladas de alimentos.

A pesar de todo ello, de vez en cuando, aparecen opiniones, como la del colectivo de trabajadores sociales de Valencia la pasada Semana Santa, que manifiestan desconocimiento de lo que hacemos. Así se dice que fomentan la beneficencia y las colas de la gente que va a recoger alimentos, lo cual es humillante, y que trabajan más por la caridad que por la justicia social. También hay quien afirma que, con las colectas, lo que hacen es favorecer las ventas de los supermercados. A parte de que considero que ni la beneficencia ni la caridad sean algo peyorativo ni se oponen a la justicia social, „en todo caso van más allá supliéndola cuando esta no existe o no funciona como debiera„ tales opiniones no concuerdan con nuestra manera de actuar.

Los Bancos no fomentan las colas puesto que no dan los alimentos a las personas ni a las familias sino a las entidades benéficas que son las que realizan la distribución a los beneficiarios. En bastantes casos colaboran en la puesta en marcha de los supermercados solidarios que eliminan las colas y dignifican la entrega de alimentos. También se ignora que en la mayoría de colectas en supermercados, y en particular en la Gran Colecta, las superficies comerciales colaboran entregando la empresa una parte proporcional de lo que entregan los clientes.

En cuanto a que no trabajamos por la justicia social, es precisamente lo contrario: trabajamos contra una de las mayores injusticias que se dan en nuestra sociedad, como es el que haya millones de personas que pasen hambre mientras hay alimentos de sobra que se despilfarran.

(Anualmente en todo el mundo 1.300 millones de toneladas, en Europa 89 millones y en España 7,5 millones; el 58 % de ese despilfarro se produce en las propias familias). Y estos son los objetivos de los Bancos de Alimentos en todo el mundo: luchar contra el despilfarro y contra el hambre. Así, además de contribuir a la alimentación de millones de personas, también contribuimos a mantener la renta del sector agrario al dar salida a los excedentes que no pueden vender „por lo que cobran algo de la UE „, evitamos la producción de residuos cuya eliminación originaría muchos millones de toneladas de CO2 que irían la atmósfera, y a aprovechar las mermas de los supermercados evitando que vayan a parar a los contenedores en donde van a buscarlos los indigentes.

La mayor ilusión de los Bancos de Alimentos sería el poder cesar nuestra actividad por falta de clientes; pero mucho me temo que ello no será factible mientras haya crisis y pobres, y mientras continúe el despilfarro de alimentos; también en nuestras casas.