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Javier Cuervo

Medusas y migrantes

Para hablar el lenguaje experto internacional digamos que en Siria hemos preferido que se mantenga nuestro hijo de puta, Bashar al-Asad, a los hijos de puta que se le oponen y no son nada nuestro. El estornudo alérgico de la primavera árabe evolucionó en guerra civil crónica con 200.000 muertos (ONU), media población obligada a dejar su casa (11 millones) y más de 3 millones de exiliados. Muamar al Gadafi, que fue alternativamente un hijo de puta, nuestro hijo de puta y un hijo de puta de nuevo en sus 42 años de dictadura, murió linchado y ahora Libia es un estado fallido en guerra civil con dos gobiernos „en Trípoli y en Tobruk„apoyados por distintos grupos islamistas, señores de la guerra, líderes tribales y contrabandistas de petróleo, armas, personas y drogas.

Eritrea tiene 10.000 presos políticos, muchos sin acusación formal, en una red de prisiones y centros de detención donde se tortura más que se desayuna. Los medios de comunicación son del régimen dictatorial, que limita Internet y el servicio militar es indefinido. La Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados recuenta 305.723 personas que dejaron el país en 2012.

El calor de estos meses trae medusas y migrantes al Mediterráneo, ese mar nuestro todo el año y del norte en temporada alta. Naufragan en él centenares de personas estafadas, transportadas como esclavos y abandonadas en alta mar por mafias que esperan que las rescatemos. Visto el truco y para que no nos tomen el pelo ya no los rescatamos desde tan cerca como antes porque hemos pasado de la misión Mare Nostrum a la Tritón, con menos barcos, menos dinero. ¡Que se jodan las mafias! Algunos emigrantes llegan y los devolvemos. Quien da primero, da dos veces. Cuando cambia el tiempo y dejan de venir y de naufragar, la tragedia del mar desemboca en una laguna de la memoria. Veamos la puesta de sol sobre el caldo de carne de un mar de cadáveres.

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