Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La fundación FAES (o sea, José María Aznar) ha dejado al PP sin discurso. El laboratorio doctrinal del partido conservador dictamina que la recuperación económica no interesa a la buena gente, por lo que el mensaje nucleado en ella carece de tirón. Con cierto retraso, consideran las lumbreras del think tank que nunca ha servido la economía como argumento cazavotos, y dejan en cueros, por no haberse enterado, a los autores del programa electoral de la derecha. Algo barruntaban después del trastazo andaluz, que les hizo mitigar ligeramente los tonos triunfales e introducir salvedades sobre lo mucho que queda por hacer, que es casi todo. Pero la idea-eje sigue anclada en la presunta salida de la crisis porque no es fácil improvisar bandazos sin arruinar la cedibilidad.

A estas alturas del partido no queda tiempo para cambiar de táctica. En rigor, la conclusión de la FAES parece altamente discutible. No es la economía, sino el mensaje economicista en el que nadie cree, lo que invalida el discurso del PP. Aznar no podía ser tan explícito, pero otro gallo cantaría si la cacareada recupera-ción fuese perceptible en algo más que empleo basura, beneficios duplicados para los especuladores, nuevos escándalos entre las grandes figuras conservadoras (¿es que Rato no tenía límite?) o tétricos avisos de Draghi exigiendo más reformas laborales en España (otro que no conoce límites). Hay que reconocer que al PP se lo ponen más difícil los afines que los contrarios. Aunque quiera, le será muy difìcil convencer de aquí al 24 de mayo con distinto argumentario.

La previsible caida de las autonómicas y locales afectará sin remedio a las buenas cabezas conservadoras, incluso aquellas que cualquiera votaría sin repudios ideológicos en un sistema de listas abiertas. Porque haberlas, haylas. La entrada en dique seco de los mejores activos humanos tendrá un alto precio en los comicios generales, aunque el partido tome buena nota del oráculo FAES y encuentre ideas realistas y atractivas en el espacio de unos meses perturbados por las urnas catalanas de septiembre, dizque plebiscitarias. ¡Qué año providencial para el cambio! Se piensa y no se cree. Lo cierto es que han sido la crisis y sus secuelas de todo orden los catalizadores de una transformación que alcanza velocidad de crucero sin que nada pueda pararla. Y menos que nada, el sermón de la recuperación impugnada hasta por los de casa.

Compartir el artículo

stats