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Doña libertad de expresión

Teóricamente, en las democracias existe la libertad de expresión, lo cual no presupone que tengamos muchas y trascendentales cosas que expresar, aunque a menudo, tampoco haya muchas ideas que valga la pena expresar.

Esta es una de las ventajas de la libertad de expresión. Cada cual es libre de formular las tonterías que considere muy importantes, según su criterio, y más ahora, con las funestas redes sociales, las emisoras de radio y la cadenas de televisión: Pregunta: «¿Cree usted que Mónica Oltra puede aspirar a la presidencia del FMI? Llamen a este número (908888441234) y dennos su opinión». Es la ultra democracia en estado puro.

No cabe la menor duda de que la libertad de expresión es un formidable avance en la historia de la Humanidad. Permite descubrir al charlatán, al impostor, al manipulador, al ignaro, al político, al mentiroso o incluso al fanático.

La libertad de expresión favorece la exposición de eutrapelias que un espíritu liberal y democrático debe proteger. Todo el mundo tiene derecho a la palabra, a pesar de que la lógica nos diga que centenares de voces amparadas por esta conquista democrática deberían enmudecer para siempre por la vacuidad de sus «argumentos».

Y sobre todo cuando es el pretexto que utilizan los partidos políticos y toda la numerosa pléyade que se beneficia de ellos (artistas, literatos, periodistas, actores, etcétera) para disparar contra el adversario. El pesebre no ha cesado, envuelto en el inofensivo papel de celofán de la «pureza» ideológica (de izquierdas, «of course»). Hay miles y miles de personas que no dormirán hasta que el PP sea destruido y pasado por las horcas caudinas del sectarismo, los intereses espurios y los camuflados fondos de reptiles. Algunos de esos miles esperan su recompensa, en especies; o se emocionarán puerilmente, porque su vida no cambiará: ni la sociedad tampoco.

La libertad de expresión absoluta es una entelequia. Para ser un bien irrefutable debe burlar no sólo el filtro de los partidos políticos, cuya saprofita relación con muchos medios de comunicación es obvia, sino el de otros numerosos poderes fácticos, los empresariales, verbigracia.

El país está dividido „no es nuestro caso: vamos por libre, mientras nos dejen„ en dos bloques, como siempre. Un inteligente observador de la situación actual nos comentó que «padecemos una guerra civil, pero en los medios de comunicación».

Efectivamente. La libertad de expresión fomenta hoy que casi nadie piense ya por sí mismo. O se está con los unos o con los otros. No hay espacio para el moderantismo (léase A sangre y fuego, 1937 de Manuel Chaves Nogales). Es lo propio de un país sin cultura democrática, lecturas o templanza. Como antes. Como siempre.

Las píldoras mediáticas/ideológicas cotidianas no transmiten valores democráticos. Sólo un «adoctrinamiento informativo» para borrar al PP y fragmentar las conciencia de los ciudadanos. Cualquier análisis objetivo de la realidad, templado y ecuánime, es imposible.

Si en un medio se afirma que la pared es blanca, es blanca. Si en otro se asegura que esa misma pared es negra, es negra. Pero hay ciudadanos que la ven gris, porque es gris, después de solicitar el dictamen técnico, neutral, de un pintor de paredes. Da igual. Seguirá siendo blanca o negra. Este fue el drama de, entre otros, el periodista republicano Chaves Nogales, que murió en Londres, asqueado de las «dos Españas», en 1944.

La libertad de expresión e información es una dignísima señora que no tiene la culpa de nada. Cuando se vistió de largo ignoraba que los seres humanos, con sus prejuicios, apriorismos, intereses, incultura, sectarismos y, ¿por qué no?, ingenuidad, iban a mancillarla y adulterarla.

Treinta y cinco años de democracia, más o menos, nos han enseñado que ni el capitalismo, ni los partidos políticos (a izquierda y derecha), ni siquiera los chefs de cocina, mediáticos o de barrio, admiten la crítica y la independencia de pensamiento. La libertad de expresión también puede ser peligrosa para los periodistas no alineados en alguna de las banderías del mercado electoral. Y la autocensura voluntaria es otro ronzal a la libertad de expresión.

La libertad de expresión es un bonito proyecto de futuro.

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