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Empoderando a Rivera

Televisivamente hablando, Albert Rivera es el nuevo Pablo Iglesias y los programas informativos certifican su estrellato. La velocidad del consumo de noticias acorta incesantemente los ciclos, quemando muy deprisa las novedades en la hoguera de las vanidades catódicas, nada de fuego lento. La política no puede huir de la novedad permanente y Ciudadanos surfea ahora en la cresta de la ola como antes lo hizo Podemos. Han hablado las elecciones europeas y andaluzas mientras las encuestas intuyen tiempos políticos nuevos que la pequeña pantalla ya ha reflejado, anticipado o fomentado. ¿Fue antes el huevo o la gallina, el tertuliano o el político?

Tal vez inauguramos una época más exigente en cuanto al perfil de los políticos, más allá del culto a la telegenia impuesto desde Kennedy. Ahora la televisión les pide esfuerzos suplementarios y no solo que den la cara: que se expliquen en la pizarra, se presten al debate, contesten las preguntas de la calle e incluso que la pisen. En definitiva, que se adapten al formato. Eso explica el protagonismo mediático de Pablo Casado en el PP, adalid con portavocía más allá del plasma. Los jóvenes Iglesias y Rivera cumplen a la perfección con los requisitos. Uno viene de la izquierda y la Universidad; el otro, de la derecha y los clubes de debate. Los dos reniegan de los paradigmas partidistas clásicos, en un asalto al poder que se reivindica integrador, de centro o para todos. Y la tele los quiere.

Ahora cada propuesta de Albert Rivera salta a primera plana. Hace apenas seis meses no nos hubiera llegado ni el eco de sus propuestas sobre fiscalidad, prostitución o drogas. Con el altavoz de los informativos de su parte su palabra siempre es noticia y no es extraño que alguien se pregunte qué apoyos hay detrás de su fulgurante ascenso. No solo hay malpensados pendientes de Venezuela.

Podemos ha puesto de moda el verbo empoderar. Según el diccionario de la RAE, hacer poderoso o fuerte a un individuo o grupo social desfavorecido. Felipe González lo usa mucho, señal de que el término ha venido para quedarse. Siempre conviene escuchar a los clásicos, empeñados en recordar que tempus fugit y que ni siquiera el César es divino, sino solo un hombre al que vitorean hoy quienes lo pueden apuñalar mañana.

JUEGO DE FOTOS. La habilidad mediática de Pablo Iglesias le permitió llevarse de su encuentro con Felipe VI la foto y el titular, a costa de la serie Juego de tronos. Ignoro las lecciones sobre España que el politólogo sugirió al rey, porque en el universo creado por George R. R. Martin el invierno apocalíptico que se acerca no solo asusta a los reyes.

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