Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Matías Vallés

No hay UPyD para Rato

Rosa Díez ha pasado de la política mejor valorada a la más desprestigiada, mientras se verifican las acusaciones lanzadas por su partido contra el vicepresidente de Aznar.

La abultada derrota del PP en las andaluzas implicará la desaparición de UPyD. El enésimo fracaso electoral de Rajoy desde que accedió a La Moncloa se traducirá en la liquidación de Rosa Díez. La fundadora y portavoz de la bisagra oxidada ha saltado en apenas unos meses de ser la política mejor valorada en los sondeos a la más desprestigiada. Para acentuar el dolor del tránsito, el castigo a la exsocialista se produce mientras se verifican de modo expeditivo las acusaciones vertidas por su formación contra la gestión de Rodrigo Rato. La querella formulada contra el vicepresidente de Aznar y la cúpula de Caja Madrid constituye el momento más brillante del partido, su justificación histórica. Sin embargo, no redime el personalismo enfermizo de su lideresa, la Duran Lleida vasca.

UPyD se extingue porque no sirve. Por recurrir al ejemplo en las antípodas, paga el mismo precio que Esquerra y Convergència al incumplir promesas dilatadas infinitamente, mientras los profetas se perpetúan en sus cargos. Suena a maldición que el hueco de UPyD sea cubierto por Ciudadanos, un partido español con linajes catalanes que se ha enfrentado en su feudo a los dragones soberanistas. Después de 35 años de cargos públicos que incluyen una década en el balneario de Bruselas, Rosa Díez compite en casta con Rajoy o Rubalcaba. Sin embargo, y de nuevo en paralelo a CiU/ERC, viene condenada por sus paupérrimos resultados. Ha encarnado la oposición débil por la que suspiraban PP y PSOE.

UPyD ha pecado de un elitismo que no encajaba con la ambición voraz de su fundadora. En un país donde el estirado director de la Agencia Tributaria comparece en el Congreso para hablar en términos de Sálvame de «la repera patatera» o «la pepera ratatera», suena pretencioso el populismo intelectualoide del partido en extinción. Rosa Díez se hunde porque no se funde. Su hostilidad manifiesta hacia Ciudadanos ha desnudado sus intereses particulares hasta extremos insostenibles para la opinión pública que la adoraba sin votarle, y para los propios cargos de su partido. Diseñó una formación a su medida, los electores no tienen hoy tiempo que perder con UPD.

(Personal). Entrevisté en papel y en televisión a Rosa Díez durante la etapa más feliz de su carrera, cuando era la única diputada de UPyD. Se acercaba a su situación ideal, ser la clave unipersonal para un Gobierno de PP y PSOE en el que pudiera aspirar a un ministerio o vicepresidencia. Ella, no su partido. Quedaba clara su labor de tapón de un crecimiento peligroso por incontrolable. Al proclamar que «la bisagra ya está lista», hablaba en primera persona y no deseaba incomodar en exceso a los portones que aspiraba a vertebrar. Así le ha ido. Ahora que su estancamiento ha obligado a la opinión pública a cambiar de opinión sobre ella, mi única sorpresa es que nos haya tenido engañados tanto tiempo. Es un mérito, según se mire.

El cursillo acelerado sobre UPyD que se ha impartido tras la voladura de sus siglas está plagado de información innecesaria. Ahora se da por sentado que en el partido conviven tres corrientes. Es decir, tres sensibilidades más de las que se podía imaginar. De nuevo, la formación acertó en Rato mientras el PSOE se inhibía. No por desconocimiento, sino por cobardía. Los socialistas estaban al cabo de la calle del desastre protagonizado por el vicepresidente de Aznar. Demasiado tarde, Pedro Sánchez abandera la batalla contra un fraude fiscal que no se atemperó durante los siete años de Zapatero. Busca unos réditos que no le pertenecen. ¿Por qué no ha rentabilizado UPyD su legítimo acoso al autor del mayor desastre financiero de la historia de España? La navaja de Occam obliga a detenerse en la explicación más sencilla. Tal vez Ciudadanos se impone porque se ha despojado de la exquisitez que siempre revistió al partido de Rosa Díez, que exigía un máster para votarle.

(Personal). He entrevistado a Irene Lozano, una intelectual que demuestra que la solución a UPyD se encuentra dentro del mismo partido. El valiente enfrentamiento de la diputada con el ministro Morenés volvió a confirmar que en el Gobierno se sientan habitualmente las personas equivocadas. La irrupción de Podemos/Ciudadanos significa antes que nada la exigencia de protagonismo de una generación postergada por momias como Rato o Chaves, de quienes solo subsistirá su proximidad a la corrupción. Incluso desde su calculada ambigüedad, Lozano es un síntoma de que la desesperada situación española no es tan grave.

Compartir el artículo

stats