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La prensa bien del reino „la muy de derechas, por entendernos„ arremetió de inmediato contra Juan Goytisolo por la forma como acudió a la ceremonia en la que se le entregaba el premio Cervantes. Copio la descripción de uno de esos diarios que se complacen en proclamarse conservadores: chaqueta verde como de casual friday, camisa de color garbanzo y corbata con rayas verdes. El poner el día de la semana en minúscula, contra lo que exige la gramática del inglés, lo compensaba la crónica apuntando que se trataba de la misma chaqueta, camisa y corbata que había lucido el escritor el día anterior en el Palacio Real. En las fotografías, la chaqueta tiraba a marrón pero da lo mismo. Se trataba de subrayar el desapego de Goytisolo por la etiqueta, aún más criticable citando unas palabras suyas en las que decía que, si le obligaban a ponerse de etiqueta, elegiría la chilaba.

Los columnistas de tales diarios contribuyeron a enviar a Goytisolo a la hoguera aunque fijándose más en su ideología que en su vestimenta. El Gobierno habría premiado a poco más que un infiltrado del yihadismo como muestra añadida de debilidad. Desde que saltó la noticia de la detención de Rato, esa prensa tira con bala contra el Partido Popular por fraticida, suicida y blando, pecados todos ellos que parecen aplicarse al haber elegido a ese candidato para el Cervantes. Pero la guinda del pastel contra Goytisolo salió al día siguiente, cuando ya no se le podía sacar más jugo a su traje de escasa ceremonia porque ya se había recordado que incluso Alejo Carpentier, comunista feroz, había ido de chaqué a recoger su premio. La guinda consistió en volver sobre unas declaraciones del año 2001 de Juan Goytisolo al mismo diario que las repetía ahora. En ellas, juraba no aceptar jamás el Cervantes, aceptando si hacía falta ir al notario para poner por escrito el compromiso.

Semejante retahíla de ataques nada solapados no se ha referido a lo que en verdad cuenta en todo aquél que recibe un premio como el que acaba de entregarse, que no es otra cosa que su obra. Con o sin premio, que los escritores de gran talento no los necesitan, ¿qué premios tuvo quien le da nombre al Cervantes?. El legado literario es lo único que cuenta. Así les dé por acudir a las ceremonias de guayabera, con túnica o en calzoncillos y camiseta; sean simpáticos o adustos, generosos o tacaños. Ni siquiera su ideología importa porque todo eso desaparece en el momento mismo en que se van a la tumba pero queda la obra que nos dejaron. La única importancia de la postura política de un literato aparece con motivo de tragedias como la de García Lorca, que ahora hemos sabido que se le fusiló por homosexual, socialista y masón; jamás habría ido al paredón de ser de derechas. Pero eso no impide fusilar ahora en la prensa a Goytisolo. No nos engañemos: de militar en el Opus Dei, en esa prensa que ahora le fulmina se le habría aplaudido incluso el detalle de romper con el protocolo.

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