Los últimos acontecimientos en torno al exvicepresidente del gobierno de Aznar, Rodrigo Rato, detenido tras admitirse una denuncia de la Fiscalía de Madrid por fraude y blanqueo, aunque puesto en libertad al poco tiempo, me recuerda el efecto Gollum que denominaba César Calderón en su libro Otro gobierno. Término de la popular trilogía El señor de los anillos. El señor Rato recuerda a ese personaje oscuro que solo deseaba poseer el anillo: «¡Mi tesoro€!». Poseer sin compartir sus poderes. Como señalaba Calderón, los gobiernos, empresas y altas estructuras de la Administración pública en nuestro país son el mejor ejemplo de ese efecto Gollum, hijo bastardo de «la información es poder».

Esas ansias de poder tan desmedidas, descontroladas hacia la posición absoluta y sin límites que abandera la política neoliberal y neoconservadora, lo único que ha provocado, como muy bien señala Noam Chomsky en su libro Ocupar Wall Street indignados, ha sido socavar las estructuras socialdemocráticas y del Estado de Bienestar, socavar el poder laboral y crear una sociedad menos igualitaria, con un gran poder en manos del sector corporativo y los ricos. Políticos y personajes de las finanzas, como Rato, son un auténtico prototipo del efecto Gollum: «¡Mi poder€ mi tesoro¡». Esto no es accidental, no es casualidad que unos pocos cada vez se vayan enriqueciendo más y más en detrimento de unos muchos que cada vez se van empobreciendo. Según el informe Forbes de 2014, en el año 2013 había 1.614 personas milmillonarias que concentraban 6,4 billones de dólares, tenían más patrimonio personal que varios países de la UE. ¿Se dan cuenta de los datos?

Como dijo el año pasado el profesor José Félix Tezanos, en su conferencia sobre los Retos y potencialidades del siglo XXI: «Si no se corrige urgentemente ese desequilibrio entre riqueza y población dará lugar en este planeta a grandes tensiones y éxodo de población». Tezanos no se equivocó ni un ápice, solo basta ver los últimos acontecimientos en la costa italiana: cerca de 400 personas podrían haber muerto en el mar Mediterráneo intentando llegar a Italia. No son números, son personas.

El efecto Gollum no tiene fronteras ni límite, no tiene escrúpulos. Personas como el que fuera director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Rodrigo Rato, de confirmarse las denuncias de la Fiscalía sobre fraude y blanqueo de dinero, podríamos decir que no tienen ética alguna€y algo más. Como decía Adela Cortina en su libro ¿Para qué sirve realmente la ética?, «si las gentes no tomamos nota de lo cara que sale la falta de ética, en dinero y en dolor, el coste de la inmoralidad seguirá siendo imparable». No es de recibo, como señala la catedrática de Ética, afirmar que todos somos responsables ni que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. Que se lo pregunten al señor Rato, a los de la trama Gürtel, a todos los implicados en los casos de corrupción de este país. ¡Ésos son los culpables!