Imagina que nunca hubieras practicado ningún deporte y de repente alguien consiguiera que te interesaras por cuidarte y realizar actividades físicas. El beneficio que obtendrías sería muy grande. Pues bien, si eres de los que piensa que leer es un rollo o perteneces al 38 % de la población española que no lee, no puedes figurarte lo que te estás perdiendo. Eduardo Mendoza lo explica claramente: leer es como comer, si no comes te mueres; si no lees te quedas tonto. La lectura es un entrenamiento de la mente, es un ejercicio mental que aporta innumerables beneficios. Mejoramos la actividad cerebral, prevenimos la degeneración cognitiva, con lo cual es posible que vivamos con mejor calidad de vida al llegar a la ancianidad. Los neurólogos recomiendan la lectura para prevenir el alzhéimer, el párkinson e incluso enfermedades cardiovasculares. Lamentablemente, según las encuestas, conforme nos hacemos mayores leemos menos. Nuestro hemisferio izquierdocuando leemos trabaja a gran velocidad. Está comprobado que existe más materia gris y más neuronas en las personas lectoras y que los analfabetos oyen peor. La empatía también se suele asociar a lectores. En cierta medida, somos lo que comemos y lo que leemos.

Leyendo potenciamos el espíritu crítico y por tanto nos manipulan menos; ésa es la razón por la que las dictaduras no fomentan la cultura. El dominio de los pueblos se puede conseguir fácilmente a través de la incultura. Uno de los whatsapp con los que nos bombardean estos días dice: «Aviso, la lectura perjudica seriamente a la ignorancia».

Cuando leemos una novela y nos sumergimos en la trama vivimos esa historia y compaginamos nuestra vida real con la ficticia. Podemos vivir experiencias como héroes, nos trasladamos a otras épocas, nos sumergimos en mundos fantasiosos y ampliamos nuestras vivencias. Aprendemos costumbres y formas de comportamiento. Fomentamos la concentración, desarrollamos la imaginación. Mejoramos nuestra capacidad verbal. Si sabemos elegir o nos dejamos aconsejar, también podemos encontrar en los libros muchos valores y mucha sabiduría que después aplicaremos a nuestra cotidianeidad. Leer nos abre al mundo, nos hace más tolerantes y mejores personas.

Existen muchos momentos del día en los que podemos leer y aprovechar el tiempo: cuando nos desplazamos en metro, después de practicar deporte o mientras esperamos a ser atendidos en consultas. Muchas personas tienen la costumbre de leer antes de dormir en lugar de inundarse con telebasura. Es agradabilísimo leer en parques y jardines, aprovechando el buen tiempo y disfrutando de la naturaleza. En las escuelas sería positivo instaurar la hora del silencio, durante la cual todo el personal de un centro educativo leería su libro. Resultaría interesante imitar a los norteamericanos, en cuyo país las bibliotecas públicas abundan por doquier. Son lugares de encuentro y lectura en los que toda clase de personas acuden para ejercitar este placer: ancianos, jóvenes, niños, adultos. Los sábados intercambian libros.

La televisión o el cine nos hacen cómodos, nos proyectan los pensamientos de otros. El libro nos exige estar más vivos. En las novelas recreamos interiormente nuestra propia película. Debemos aprender a saber qué libros son los que nos gustan y de esta forma asegurar el éxito de la lectura. Leer debe ser un placer, una diversión que nos ayude a pasar el tiempo disfrutando. Siempre he visto negativamente la imposición del libro. Concluyendo, citemos las palabras de John F. Kennedy: «Amar la lectura es trocar horas de hastío por horas de inefable y deliciosa compañía».