El modelo turístico valenciano comparte muchas de las características del de la costa mediterránea peninsular. La actividad se ha desarrollado de manera muy desigual entre el interior y el litoral. Y a pesar del impulso del turismo rural en las últimas décadas, continúa existiendo un fuerte desequilibrio entre estos dos espacios. La presión sobre un litoral ya de por sí muy urbanizado puede constituir en el futuro un elemento de fuerte debilidad estructural especialmente si tenemos en cuenta los posibles efectos del cambio climático sobre espacios costeros.

Por otro lado, es destacable el predominio de la segunda residencia en los municipios turísticos, que condiciona el mercado turístico. Los impactos (económicos, sociales y medioambientales) de una baja proporción de alojamientos reglados y la fuerte presión constructora pueden desencadenar círculos viciosos donde la rentabilidad se obtiene a través de la cantidad, es decir del incremento constante en el número de turistas. En un proceso como el descrito, la calidad se convierte en un elemento diferenciador clave, especialmente para rentabilizar los recursos comprometidos. La Comunitat Valenciana debe hacer una apuesta por la sostenibilidad. El acuerdo entre los agentes sobre los principios de un desarrollo sostenible debe ser un elemento diferenciador del resto de destinos peninsulares.