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Las emociones

A la chica que me aguanta a diario desde hace siete lustros, el fútbol le importa un pimiento y por eso estuvo como un reloj para saborear la vuelta de su Pep. Visto el caso que le hicieron, a los treinta segundos se evaporó por lo que me ahorré decirle que cuando el ex „no suyo que permanece fiel, sino de los noventa mil que allí estaban„ agarró un balón hasta se oyeron algunos silbidos o que al poco la grada prorrumpió en un «¡Luis En-ri-que!» de lo más hiriente. Tampoco iba a comentarle encima que cada vez que Caparrós vuelve a su casa al frente del rival le hacen fiesta por haber colaborado en la reconstrucción de una entidad cadavérica que hoy ya ven cómo se encuentra. El clamor que destila la grada blaugrana por la independencia le ha facilitado hacerlo igualmente de Guardiola, mientras que a la vera del Guadalquivir, la manera de sentir las emociones ha llevado a que la hija del entrenador del Betis se case con uno de los Del Nido libre para hacer más llevadera la espera hasta que el equipo de Pepe Mel saque cabeza la criatura.

Pero, sentimientos al margen, a lo que uno se rinde es a los genios que salen de la lámpara en cada época. El de ésta tuvo problemas de crecimiento y se inyectaba él mismo para no perder de vista la pelota. Así se recrea en un documental dulzón y cojo de Álex de la Iglesia, guionado por Valdano, en el que abundan platicadores porteños por lo que, al durar los 90 reglamentarios, a saber lo que habrán tenido que cortarle. Del mismo me quedo con una frase sobre la tipología de los dioses: «Todos los argentinos querríamos ser como Leo, pero somos como Maradona». Cuando Pep tenía a Xavi e Iniesta hechos unos brazos de mar, Florentino sentenció: «Yo al único que ficharía es a Messi». Y tras lo que le hizo al defensa del Bayern, por supuesto a tocateja.

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