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El buen salvaje

Frank Cuesta ha conseguido una marca personal inconfundible desde que los Callejeros viajeros se lo encontraron en Tailandia hace cinco años. Si Indiana Jones es su sombrero y su látigo, Wild Frank es un tipo con camiseta, pantalón corto y calzado playero así en la jungla como en las nieves del Himalaya. Los modernos lo llaman personal branding, que en este caso exige no solo una imagen sino también encontrar siempre una serpiente peligrosísima a la que buscarle el colmillo.

La nueva temporada se estrenó el domingo en Discovery Max y batió su récord de audiencia acercándose al 5 % del share. Eso es mucho decir fuera del mapa de las grandes cadenas, aunque no le ha faltado promoción ni siquiera en El Hormiguero. Que las nuevas aventuras de quien fuera Frank de la jungla transcurran en Nepal también añade interés, porque se muestra el país como era solo unos días antes de los terremotos. También las grabaciones aéreas con dron ayudan a que el resultado sea más espectacular.

Pero, por encima de todo, el espectáculo es él. El aventurero con pinta de dominguero, bolsa de tenista y calcetines blancos a lo Michael Jackson es un tipo con carisma y simpatía, que transmite tanto entusiasmo persiguiendo a un rebaño de yaks como bañándose con elefantes. Cuando se baja del helicóptero con su uniforme habitual en un paisaje nevado a 4.000 metros incluso los lugareños pasan frío al verle.

Sus fans pueden estar tranquilos, que no ha suavizado tanto el lenguaje en esta búsqueda del tigre de Bengala. ¡Cómo no va a haber palabrotas! El primer capítulo acaba con Frank perdiendo la visión en un ojo y blasfemando después de que una víbora le lance el veneno. Y sí, por supuesto, la azuzó él.

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