Todo ha costado mucho esfuerzo, se ha tardado años y ahora existe una posibilidad de gobernar para la izquierda, en el Ayuntamiento de Valencia, en la Diputación de Valencia y en la Generalitat Valenciana. Es mucho poder, es una gran responsabilidad y más en estos tiempos, salidos de la depresión pero no de la crisis. Se necesitan pactos y para hacerlos, de forma que aseguren cuatro años de estabilidad y mejora, se habrán de sentar, con calma y nervios de acero, y luego comportarse las partes lealmente y sin ansia de protagonismo ni rivalidad permanente. Sobran los protagonismos, aunque algunos miren cara a las próximas elecciones generales, que Rajoy habrá de adelantar, y eso es ya un mal. Subiríamos a un tobogán loco.

Los que pueden gobernar en el ayuntamiento del cap i casal tienen experiencia sobrada. Los que llegan, más jóvenes, en unos y otros partidos, tienen nivel o se les supone. Unos y otros habrán de trabajar y aprovechar esta coyuntura difícil para tomar decisiones nada fáciles. No basta decir no a los recortes.

No se trata de repartir poltronas, lo dicen los nuevos, sino de programas. El núcleo del pacto pasa por la decencia, los números claros, mayor trasparencia y los servicios sociales y, por favor, culturales. Sin esto último no hay vida cívica y ciudadana posible. Y todo eso pasa por saber la verdad de lo que es debe en las tres instituciones, cuál es la financiación. Tampoco hacer promesas que luego en los presupuestos no van a caber. Es imposible endeudarse más.

Si el legislativo tiene tarea, y si el ejecutivo va a tener la mayor responsabilidad, desde la Casa del Comú y la corporación provincial se dedican a dar servicios. Se trata de mejorar antes que nada la gestión. Por supuesto, reducir asesores, reducir dietas, gastos de relumbrón e inversiones no rentables y estudiar los contratos abusivos y sin garantías de ley.

Cuanto antes, se harán necesarias las auditorías, y dar a conocer públicamente esas cuentas de los grandes capitanes, que huelen mal, y si hay que llevarlas a los fiscales y jueces, se deben llevar. El ayuntamiento o la Generalitat han de personarse contra los defraudadores, contra los pésimos gestores, hay que cerrar una etapa de forma ejemplar, con todas las de la ley, que no escapen quienes han sido responsables del despilfarro y la corrupción. Los jueces dictaminarán si deben devolver y cuánto y buscarán sus propiedades y sus cuentas donde estén. Se acaba la impunidad, es la voluntad del pueblo soberano.

Pero si hay posibilidad de una nueva política, ponerla en pie y en práctica no será cosa de un día y de milagro. Plantear, debatir y escuchar sería algo nuevo a derechas y a izquierdas. Y como los humanos somos como somos, ojo a quiénes se nombra a dedo para las responsabilidades y, sobre todo, control. Desde ya, que huyan de la endogamia y el amiguismo, tan valencianos. Sólo así habrá regeneración democrática o el fracaso será sangrante.