Por lo oído y no visto, queda claro que algunos entienden que «asumir la responsabilidad» consiste en «decir» que asumen toda la responsabilidad. Y una vez dicho, ya está hecho (No es por ponerme pedante, pero, si me acordara, aquí debería citar algo de Austin. No recuerdo nada, sin embargo).

Ya con Platón me armaba un lío con las formas y la materia y, ya después, con Aristóteles y su aquelarre de materias primeras y segundas y hasta nuestros días, he tenido dificultades con lo del contenido y el continente, con lo de la forma y la materia, con lo del significado y el soporte material del mismo. En esto llegó la edil del PP de Rafelbunyol Nuria Losada (una joven de 35 años, dos años mayor que Alejandro cuando la palmó tras conquistar el mundo) y, después de haber dicho lo que pensaba y dijo (plazas de toros, putas, monjas violadas, iglesias quemadas por las hondas de la izquierda...), y, en lugar de buscar un agujero a esperar a que escampara, planta cara como una troglodita ante un mamut y dice: «Lo único de lo que me arrepiento es de la forma en la que me expresé». Lo que dicho en cristiano, y si no me lío, quiere decir que suscribe el contenido de lo que dijo y que lamenta algunas cuestiones morfológicas y sintácticas. Dice Nuria que le gusta «hablar claro» y lo cierto es que se le entiende todo. Dice Nuria que no está «acomplejada» y lo cierto es que milagrosamente parece cierto. Acompaño en el sentimiento a los vecinos de Rafelbunyol porque, inopinadamente, Nuria abandona la vida pública: esa mujer era una mina. Evacuado lo dicho, se habrá quedado a gusto.

Esta semana toca hablar de pactos, la segunda fase del procedimiento democrático. Han pasado tan sólo siete días desde las elecciones y percibo un poco de ansiedad: ¡un poco de calma! Aún así, se dicen cosas que me sorprenden: 1º, que nadie quiere un acuerdo «contra nadie», sino «a favor de»; 2º, que ninguno le va a entregar «un cheque en blanco» al otro; 3º, que hay que acordar el «qué» y no, o después, el «quién». En realidad, sin embargo, primero, todo acuerdo en favor de algo o alguien lo es necesariamente contra otra cosa y otros. En segundo lugar, permitir, pactar o consentir no es nunca dar un cheque en blanco, sobre todo, además, cuando cada uno de los que consienten o permiten están siempre en situación de disentir e impedir en cualquier momento posterior: pactar no implica que el otro pueda hacer lo que le da la gana ni implica que uno renuncie a ejercer su libertad en el futuro. Finalmente, nunca comprendí la diferencia entre el qué y el quién: toda acción necesita un sujeto y los sujetos no son más ni otra cosa que lo que hacen: el qué y el quién es lo mismo o «a la vez».

¡Gracias a los dioses por haberme dejado sin espacio para decir algo sobre los acuerdos de Estado contra los radicales y poder andarme por las ramas!