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Jesús Civera

Una ética (y también la otra)

En todo el guirigay de pactos, y sobre todo el de no pactos, parece que las izquierdas releguen una cuestión central, a tenor de las declaraciones que se esparcen por ahí. Un presidente/presidenta de la Generalitat ha de gobernar para todos. En ese «todos» se contemplan, claro, los sectores que han recibido un gran caudal de representación. El PPCV y Ciudadanos atraparon más votos que el PSPV y Compromís, aunque no lo parezca. Y no lo parece porque la propaganda y la realidad apenas se relacionan últimamente, y cualquier verdad anda como tocada del ala. Lo que interesa es la encendida dialéctica, el imaginario preconcebido, los posicionamientos marmóreos, los mensajes cautivos, las corrientes gregarias y el maniqueismo pánfilo. Mal asunto. Por mucho que se haya instaurado el olvido interesado, no se pueden despreciar cuestiones obvias (o sí, porque igual entre los planes inmediatos del nuevo Consell se incluye el de pasar a todos los valencianos por el divan del psicoanalista). Por ejemplo, que el marco en el que se mueve la nueva representación todavía está sujeto al eje de centralidad: el primer partido es el PP, el segundo el PSPV. Suman 54 diputados. Del mismo modo, se olvida que la célebre voluntad mayoritaria se ha de sostener sobre el «sujeto histórico de cambio», y dado que Marx no se ha levantado para contradecir el modelo, esa meta la ostenta el partido más votado. Se olvida también que Compromís, bajo el efecto de Mònica Oltra -que es el efecto de la síntesis de las voces, como el de las lunas de Bengala- ha extraído más voto autonómico que su coalición en los municipios. Y se olvida que el PSPV ha obtenido en las municipales 240. ooo votos más que Compromís, cuya diferencia sin embargo se estrecha en las autonómicas. Se olvida casi todo, porque los mensajes que provienen de la izquierda no son críticos -y deberían serlo por definición- sino glorificadores, y parecen sustraerse a las indicaciones ciudadanas, tan defraudadas. El cielo seductor se ha transformado muy pronto en vida feral, si bien se mira. Es más. Si el pacto de izquierdas rompe el espejo, el PP comenzará a dar palmas, aunque no esté para nada. Avisó del escenario, eso sí, y avanza según su canon, lo que ocurre es que ahora el PP anda infestado de pesadillas. Ansiedades, protagonismos y políticos en gestación van siguiendo, no obstante, la pauta del caos organizado. Del molde ha salido EU y ha entrado Podemos.

En todo caso, no pocos elementos sembrados hasta ahora inducen a pensar que las izquierdas están levantando territorios de parcialidad en lugar de bosquejar un Consell plural, equilibrador de la pulsión ciudadana. Tampoco el egocentrismo está llamado a levantar el futuro edificio de las izquierdas, desalojando virtudes esenciales de su cosmos: tolerancia y respeto, humildad y consideración, epicentros así de dominantes. A cambio, y si nos pusiéramos cinéfilos, uno diría que se transmite, y se me perd0nará el atrevimiento, alguna secuela de Harry el Sucio en lugar de proyectar Dersu Uzala. Ni se contempla un ápice de lirismo, que es el último deseo liquidador de la utopía.

El PP acertó en lo del caos, pero no en el que se observa hoy, que corresponde a la inocencia. El caos presagiado por el PP tenía otras raíces y otros horizontes. Se sustanciaba en el axioma tradicional, que es el de Weber. Cuando uno alcanza el poder se debate entre la ética de la responsabilidad y la ética de la convicción. De algún modo, el PP intuía que ese paradigma no podrían resolverlo las izquierdas, o determinadas izquierdas, cortadas por la cultura de la resistencia. Ese es el drama y eso es lo que está sucediendo tanto en los pactos como en los no pactos. La ética de la responsabilidad -que obliga a domesticar el alma- está ausente hoy. La pregunta es si ese marco vacío continuará exponiendo sus déficits cuando se resuelva el pacto entre el PSPV y Compromís. Si se margina la acción posibilista -la moderada y mediadora, la que ha de atraer a la sociedad civil y pactar con los elementos conservadores- las fuerzas antagónicas tendrán a su alcance el gran banquete.

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