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El chute de adrenalina

Nada más terminar la charla/ coloquio en la que expuso las prioridades de gobierno que están diseñándose, la voz de Mónica Oltra resonaba para la audiencia nacional en Hora 25. Pablo Iglesias sabe que el fenómeno que representan Manuela Carmena en Madrid y Ada Colau en Barna lo completa por estos contornos la cara visible de Compromís. Aunque todo lo que suceda fuera de la capital de España y de Cataluña no alcanza para quienes lo alimentan el grado de trascendencia de lo que en ambas se cocine, el peso de la Comunitat Valenciana ha servido de catapulta para que este terremoto de mujer tan imbricada en el territorio haya adquirido un relieve descomunal desde el 24M. Ximo Puig lo sabe y, aunque se deslice que la presidencia es el último capítulo a abordar, cada día que pasa se agiganta la figura de la portavoz a la que Cotino y compañía engrandecieron con sus desprecios infames. No lo va a tener fácil el partido más votado y desacreditado de la izquierda en el objetivo de patronear el cambio porque el Montiel de Podemos no ha tardado ni dos segundos en tender puentes para inminentes alianzas con Compromís de cara a las generales y porque cuando algunos socialistas se miran en el espejo stendhaliano a quien ven es a Mónica con el espíritu que ellos representaron en el 82 y dejaron en el camino hace unos siglos.

Una tierra tan atormentada necesita como el comer un chute de adrenalina porque los retos a superar no se lograrán con medias tintas y entre todos tendrán que valorar qué composición final puede inyectar mayor energía a la proeza. Y no puede olvidarse lo que cada cual ha aportado para llegar aquí. Cuando Oltra combatió la intransigencia con camisetas se colocaron controles en las Corts para evitar que pudieran introduducirse como si fueran armas de destrucción masiva. Y resulta que lo eran.

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