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Fundamentalismos

Los bancos y las farmacéuticas tienen un problema de imagen. Digámoslo con corrección: usted y yo creemos que tienen un problema de imagen porque a ellos la imagen ni les va ni les viene, les importa un bledo.

La vacuna es uno de los grandes inventos de la humanidad. Y de los más simples. Te inyectas, muerto, el bicho capaz de llevarte al otro mundo, y el sistema inmunitario reacciona como si estuviera vivo. El sistema inmunitario es un poco bobo, no reconoce un pato de madera de uno de verdad. Un invento, decíamos. En mi barrio, cuando yo era pequeño, había siete u ocho niños poliomielíticos que siempre jugaban de porteros. La poliomielitis está completamente erradicada. Ahí lo tienen. Y la difteria lo estaba hasta hace un par de días. El problema de las vacunas es haberlas dejado en manos de los laboratorios farmacéuticos, de los que no se fía ni quien los inventó. Gran parte del movimiento antivacuna proviene de una mística nacida de la desconfianza en unas empresas que, teniendo el remedio contra la hepatitis, solo se lo vende a los ricos.

Ocurre lo mismo con los bancos, otro de los grandes inventos de la humanidad. Hasta que te cuelan unas preferentes. Los bancos y las farmacéuticas tienen un problema de imagen. Digámoslo con corrección: usted y yo creemos que tienen un problema de imagen porque a ellos la imagen ni les va ni les viene, les importa un bledo. Es como decir que una compañía eléctrica tiene escrúpulos morales o que el FMI sufre cada vez que cobra una deuda. Dice Carmena que al FMI no debería darle miedo el ascenso de las nuevas formaciones políticas. Otra ingenuidad. El FMI no ha tenido miedo nunca. El miedo cae de este lado, siempre ha caído de este lado. Y cuando cae del otro, le dan la vuelta a la realidad, de la que son accionistas mayoritarios.

Pero estábamos en lo de las vacunas a propósito del desgraciado asunto del niño de seis años aquejado de difteria. A ver cómo arreglamos este brote de fundamentalismo que creíamos erradicado. Necesitamos a gente con credibilidad en todos los telediarios, hablándole a la clase media de lo que las vacunas han hecho por la humanidad. Gente sin vinculación con la industria farmacéutica, ni con la banca, ni con el FMI. Ciudadanos sencillos que expliquen la mecánica de las cosas y que en sus ratos libres hagan magdalenas. Pero Manuela Carmena está muy ocupada.

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