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Como un cubata

El principal atractivo de los programas televisivos de supervivencia en la naturaleza es que podemos ver sufrir a gente sin sentirnos culpables. Han ido a vivir su aventura. Nosotros queremos ver cómo sufren y claudican. Que se jodan.

Pero sin duda el programa perfecto es aquél en el que la gente que sufre en paisajes paradisíacos es famosa, como en Supervivientes. Aquí no es ya que nos entretenga que la gente sufra chupando moluscos; es que nos gusta. Si no querías pillar una sepsis no haber ido. Yo lo haría mejor.

Uno de los must have de estos programas es (la ceremonia de) el adelgazamiento. En las primeras ediciones (anónimas) del programa, las imágenes que mostraban a los concursantes antes y después constituían un rito principal pero cuando se incorporaron famosos empezaron a darse casos más extraños que el del gordo incólume de Lost y adelgazar fue más una muestra contingente del dolor sufrido.

Este año hemos de reconocer que Nacho Vidal ha adelgazado. Sus rasgos faciales se han endurecido, sus pechos ya no son turgentes monumentos al fitness sino piedras labradas por yogis. Todo su cuerpo ha adelgazado, salvo su pene. Todo lo superfluo ha desaparecido, conservando 25 cm de esencia. Y es inevitable llevar la mirada, entre tanta carne enjuta, tanto marrón acartonado, hacia el espectáculo generoso de una polla que no cabe en un vaso de cubata (cuando está erecta).

Rita también la tenía más grande (la retribución). También se le salía de la media (el sueldo) y lo acompañaba armónicamente de todos los atributos del poder en una mastodóntica figura. El paquete (salarial) de Ribó también nos ha llamado la atención. Lo tiene más grande que la media pero más pequeño que Rita, y aún así es irresistible mirarlo entre tanto músculo administrativo optimizado, entre tanta grasa clientelar erradicada.

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